Logo Chamigos

Logo Chamigos

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tristeza y desolación, de un wing, en un partido de Forwards cerrado, clima de lluvia, barro y frío - Por Marcelo Weitzman

Mi nombre es Pedro, algunos por una cuestión de esnobismo me dicen “Peter”, además por haber estudiado en un colegio inglés.

Desde chico, fui el más ágil y el más veloz de todos, algunos me decían “La Saeta rubia”, como me explicó mi padre, le decían a Di Stefano, un legendario jugador de fútbol argentino, pero lo mío era el rugby.

Siempre soñaba con hacer un mágico try apoyado en la bandera, que hiciera cambiar el curso del partido y del club, salir con la mejor mina, la más bella, la más sensual, la más mujer de todas.

De pronto empecé a prepararme en velocidad, en arranque, en hacer los 100 metros en la menor cantidad de segundos posibles.

Esa era mi fijación y entrenaba velocidad todo el tiempo, quería que mis pies volaran.

Corría con la pelota entre las dos manos, buscaba el equilibrio con un pie, me paraba en puntas de pie, arrancaba y frenaba, giraba, cambiaba el peso del cuerpo a una pierna ú otra.

En un verano, cuando me fui con los “pibes “a Brasil de Vacaciones, conocí a Eurídice, una bella y esbelta mulata de ojos verdes, pelo corto, muy alta casi uno ochenta, una cola pulposa y maciza y con sus abdominales marcados debajo de sus graciosos y punzantes pechos .Empezábamos el dialogo en la playa, no muchas palabras, pero dichas con rapidez, lo importante no era el qué, sino el cómo, cada palabra debía de ser locuaz, breve, rápida.

Salimos a comer en esa hermosa ciudad del sur de Bahía, llamada Cumuruxativa, una pequeña aldea de pescadores. Pedimos camarones, y cerveza, bien fría, no comimos mucho, pero sí con rapidez, esos camarones milanesa, con jugo de limón, entraban a nuestras bocas, con la gracia de un rap, cantado por un neoyorquino negro.

Ella era de Minas Gerais y era atleta velocista. En la playa, corríamos juntos y casi hacíamos el mismo tiempo, ella era muy graciosa, y se movía con una extrema naturalidad.

Me estoy poniendo la ropa, las medias, la camiseta, debajo me puse la remera térmica, hace cero grado, llueve y hay barro. Tenemos que ganar sí o sí este partido, si ganamos quedamos arriba, para jugar la final, de los play off.

La cancha es un desastre, hacemos la entrada en calor, en un terreno breve, cerca de la cancha.

El capitán nos da una motivadora charla, los forwards tendrán que ganar la batalla, así tenemos pelotas, el viento cambia todo el tiempo, la lluvia finita e intensa, no te deja ver.

Con Eurídice, llegó nuestra consumación del amor, lo extraño, que por ser ambos velocistas, buscábamos el orgasmo breve, corto, casi como un pique, y llegábamos juntos de la mano, pero duraba muy poco, segundos, de extrema intensidad amorosa, después nos relajábamos y aflojábamos un par de minutos y volvíamos al ruedo, dispuestos a acoplarnos en una intensa y breve carrera de 100 metros de sexo, buscando la velocidad del orgasmo, un orgasmo rápido, corrido a la par, llegando siempre juntos, en el brevísimo y mismo punto de la mayor intensidad del amor.

Estoy aquí en la punta derecha de la cancha, cagado de frio, trato de moverme, de estar caliente, para ese momento fugaz, de correr y llegar al try, ser ese relámpago que pueda cambiar, este tedioso cero a cero, como un veloz espermatozoide, mi cuerpo, rápido, deberá, escapar a todo obstáculo, para llegar a ese ingoal, grande y cálido convertido en óvulo. Apoyar la pelota, es engendrar un hermoso try!.

Termina el primer tiempo, nos traen té caliente, me siento como las tropas Napeolónicas cuando decidieron invadir Rusia, entramos en calor, recuerdo el calor intenso del cuerpo de Eurídice ese verano Bahiano, esas curvas.

Continúa el partido, rack, maul, pick & go, scrum. Así todo el tiempo, mi cuerpo se va endureciendo, entumeciendo, los forwards se la bancan, pero es más cerrado que culo de muñeca, como diría un amigo mío, Edward.

Pasa el tiempo, estamos en las 22 de ellos, la pelota no se abre nunca, no pasa del apertura, encima nuestro apertura, muy potente, juega como forward y vá al choque, sin buscar el espacio. Penal para el contrario, piden palos, la clavan, perdemos 3 a 0.

Sigue el tedioso partido, maul, pick & go, tackle, knock on, scrum.

Faltan unos minutos, mis piernas son, casi escarcha, tiemblo de frío, la lluvia finita, no para, el viento fuerte, cruzado y frío.

Estamos en las 22 nuestras, hay un scrum, se levanta el 8, corre, lo tacklean, quedan del lado izquierdo de la cancha, siguen avanzando, estoy ahí, moviendo mis piernas, mis pies están fríos, congelados, los gordos siguen avanzando, estamos casi a 10 metros del ingoal nuestro, pero bien pegado al touch.

Se corta un pilar, estamos en las 10 nuestras, una masa inerte de peso se abalanza hacia mí, lo tackleo, siento el dolor de mis hombros, cae sobre mí, siento ese terrible peso, con esa cara, de absoluto placer, del gordo, ante el hecho de caer y aplastarme.

Se caen un par de gordos más sobre mi, el referí me dice que salga, me siento como la parte de abajo de un inmeso sándwich, me cobran penal, por no salir y piden scrum.

El scrum avanza el 8 se levanta lo tackleo y la pesco, empiezo a correr, y a correr, miro la bandera, las caras de alegría , escucho los gritos de aliento, Vamos Peter!!!, Aguante Saeta, frente al ingoal estoy llegando, un terrible dolor me baja por el cuerpo , y la pierna se me endurece, caigo del dolor al piso, un terrible desgarro, suelto la pelota, la toma el wing contrario, corre toda la cancha y apoya el try, el pitazo final. Las caras son de amargura y tristeza total, el entrenador, ni da la charla final, lo más pendejos del plantel lloran.

Dos compañeros me llevan a la ducha, me baño, no puedo ni pisar, siento esa bendita agua caliente y veo como el barro entra y desaparece en el desagüe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario