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miércoles, 27 de octubre de 2010

Relatos de Amigos, Rugby, minas y otras yerbas.


Cómo empezar, desde el principio dicen, me llamo Juan Bokowsky, mi apellido de origen centroeuropeo se emparenta con un escritor yanqui, pero nada que ver, capaz entre esa extraña mezcla de yugoeslavo, alemán, ruso y polaco, algún pariente en común tenemos.

Digamos… nunca fui un buen estudiante, me echaron de varios colegios, tampoco hice mucha guita ni nada de eso, creo que fui y soy un buen hijo y un buen amigo, un buen hermano, pero tengo dos amores, o dos vicios, entre otros, las minas y el rugby.

Hay que confesarlo, no tengo mucha facha, tal vez soy feo, no soy un jugador de Grupo I, juego en un club del Grupo IV, pero mis mejores momentos los viví en una cancha; y ahora reemplazar “a” por “o” en la última palabra de la frase anterior.

Estaba en la milonga, un lugar donde se baila tango, sin ser un gran bailarín, me las ingenio para zafar y conocer minas.

Aunque me gusta el tango, qué más lindo que estar con una mina, abrazarla, sentir su pecho con el mío, sentir su palpitar, su respiración.

Estaba un viernes en el salón “Canning”, unos cuantos perdedores tomaban un trago, otros cancheros y bailarines de la tele, apoyados en la gran barra del salón, mostraban sus aretes y colitas en su pelo, vistiendo con ropas muy modernas. El que escribe esto estaba con unos buenos timbos, pantalón de franela, samica y una camperita colorada de la URBA, que alguien generoso me regaló en algún curso, creo que fue Pancho Rubio, no me acuerdo.

Era como la una de la matina de un viernes a la noche, los códigos del rugby me decían que tenía que ir a dormir, y lo iba a hacer, cuando vi una hermosura que entraba por la puerta.

Una chica de unos 30 años, pelo rubio, ojos azules y terribles pechos, yo recorrí con mis globos oculares su cuerpo, como si lo pudiese tocar, ella me miraba y vi que fichaba mi campera y el logo de la campera.

Sin decir palabra cabeceé, códigos del tango, y salimos a bailar, era un tango de Pugliese ,”La Mariposa”, con mucho violín y momentos de pausa.

Allí la abrazaba con mucho placer, sentía su perfume, no hablaba español, me imaginé, pero estaba vestida con medias de red, pollera negra y tacos altos, un body negro, mientras bailaba, me acariciaba el escudito de la URBA.

“Rugbí?”(…) Me dijo con acento en la i, si le contesté. Seguimos bailando el correr de la noche y tomando tragos, en mi medio inglés le dije que era pilar, cosa que le pareció meritorio de una sonrisa y me dijo algo que no entendí …(…) “Ma pére aussi”.

Empezamos a besarnos con pasión y ternura, sus labios muy rojos, luego me acordé de un famoso tema de los Rollings y le dije: “Let´s spend the nigth togheter”. Me dio el “oui” y fuimos a casa, cuando llegamos y vio la pelota me dijo que tenía un fetiche, una fantasía, hacer el amor con un pilar. Siempre pensé en mi puesto como un lugar de mucho sacrificio y poco lucimiento, siempre ganaban minas los aperturas, los centros o los medios, los pilares terminábamos en el cabarute, pero la ley de las compensaciones, me calzé la número 3 de mi club, la tomé de la cintura como si fuese una guinda (me refiero a la ovalada para los más jóvenes) y le entré a dar en una escena digna de Federico Fellini, una rubia hermosa, delgada y fina, ¿de algún lugar de europa?, con un pilar medio borracho con la panza colgando, qué dirían mis amigos tres cuartos, o cómo diría alguno de zona norte, backs.

El reloj sonó a las 12hs. Me preparé el bolso con los botines, las medias y esa camiseta con un perfume exquisito, la llevé a la rubia a su hostel y me fui a jugar.

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