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domingo, 26 de diciembre de 2010

Dulces son las Revanchas - Por Francisco "Pancho" Vázquez



Claro está que ninguna batalla fue como la de Stalingrado, que entre 1942 y 1943 demandó casi ocho meses y más de un millón de muertes.
Pero ésta es una revista de rugby y sobre él debo escribir, aunque en los surcos de mi aún intacta memoria se inmiscuyen colisiones que, a excepción de las armas de fuego -felizmente-, tuvieron los matices de las conflagraciones bélicas.
Como rezaba el “himno de Quilmes” para el Mundial de Fútbol 2002, “…eran otros tiempos, era otra la historia…” Y otro era el reglamento o, mejor dicho, lo que el mismo permitía o no castigaba.
Lo cierto es que quienes peinamos canas -si es que algo peinamos- recordamos verdaderas refriegas. Y no es cuestión de alabarlas ni de condenarlas, ya que no soy quién para hacerlo, sino que forman parte del bagaje de mi disco rígido y no debo ni quiero evitarlas. Simplemente eso.
Los días contemporáneos nos ofrecen espectáculos rugbísticos que, más allá de la riqueza o la orfandad técnica de quienes los protagonizan, están afortunadamente impregnados de un riguroso respeto a las normas y las transgresiones son rápida y drásticamente penadas en un marco que antaño, y particularmente en el terreno internacional, no existía.
Como no quiero que esta columna se remonte a tiempos que muy pocos puedan evocar, me remitiré a la década de los ´80, cuando los que hoy transitan por su cuarta década eran adolescentes y encuentren en estas líneas algo que hayan visto.
Formado en la gira a Gran Bretaña de 1978, fogueado en la Nueva Zelanda de 1979, con sonoras victorias ante Australia, Springboks y franceses, golpeado en el Mundial ´87 y resucitado ese mismo año ante los Wallabies, el gran equipo Puma de 1988 recibió a la Francia subcampeona mundial en el Amalfitani.
Primer test para los galos (15-18) y revancha siete días después.
De un lado, “nenes” como Serge Blanco, Philippe Sella, Pierre Berbizier y, en particular, los forwards: Garuet, Dintrans y Ondarts; Condom y Lorieux; Carminatti, Rodríguez y Cecillon.
¿Y por casa?: Diego Cash, “Perica” Courreges y “Serafo” Dengra; “Sandro” Iachetti y el “Chapa” Branca; Pablo Garretón, el “Tati” Milano y “Georgi” Allen.
Se quería ganar. Y se ganó (18-6)… Pero, ¡mamita, qué batalla! Los franceses vendieron cara su derrota y los Pumas pagaron esterlinas por su victoria.
A su lado, ¡Stalingrado un poroto!

Un Cuento Navideño (A todos los amantes del Rugby) - Por Marcelo Weitzman

Siempre acompañaba  a mi papá, en cada partido de rugby.
Sin saber, sobre el juego, cuando era más chiquito, me alegraba cuando los veía  en el tercer tiempo, riendo y tomando cerveza, me daba cuenta que habían ganado, me daba muchos besos y me abrazaba, me paseaba en brazos, y cada jugador del equipo  me tiraba por los aires, era la mascota del equipo, el más grande de los más chicos, que tenía un papá jugador.
Otros días, cuando salían derrotados, me acercaba  a cada uno y los consolaba, los abrazaba y les decía que el próximo partido iba a ser mejor.
Después de unos años, comencé a jugar, empecé en la escuelita, mi papá me venía a ver, cada vez, que podía, junto a mamá, se reían de mis travesuras, y festejaban alguna asistencia de try, más que los trys propios, que hacía, ahí me retaba y me decía _” la podías a ver pasado “(con esa voz gruesa), pero igual me abrazaba, se sonreía y me daba un beso.
Después de muchos años en la m19, tuve el orgullo de ser entrenado por mi papá y ser tratado como uno más, obviamente que quería ser el ejemplo, y mis compañeros me eligieron capitán.
Llegamos  a entrar en ganadores e hicimos lo imposible, por llegar a ganar el campeonato, pero no fue posible, igual papá, nos felicitó, por todo lo que dejamos en la cancha, siempre me dijo que eso era más importante que el resultado, la entrega.
Cuando cumplí mis 21 años, papá se enfermó gravemente, fue muy de golpe, un cáncer furioso, yo estaba de novio, laburaba con él, y soñaba con jugar en primera.
Un viernes 24 de diciembre, nos dejó, la última vez que lo ví, apenas podía moverse, siempre fue un titán, un tipo que no se rendía nunca, y postrado en la cama, me sonrió, sin poder hablar, me transmitió todo el amor que sentía por mí.
Al otro año me casé, y ese año fui capitán de la primera, como lo hubiese querido mi adorado viejo.
Y hoy en este 24 de diciembre, levanto la copa, por todos nosotros, todos los que amamos la maravillosa vida, este maravilloso deporte, que nos enseña tanto, y abrazo a mi señora, que en su vientre lleva la cimiente de un hijo, que trae en sus genes, todas las ganas de ser y todo el futuro.