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domingo, 15 de enero de 2012

Qué significa ser Puma - Por Jorge Búsico / Alejandro Cloppet y Pablo Mamone.

El silencio es una religión. Nadie se atreve a la herejía de quebrarlo. Una sola mirada basta para entenderse. Los que llevan más batallas encima apelan a un par de gestos que a los más jóvenes les sirve para saber que están protegidos. Sólo se escuchan los pasos y el ruido de los cubiertos a la hora del desayuno o del almuerzo liviano. Hay un mito que nace del mismo rugby, pero un grupo de hombres lo transformó en un fuego sagrado que jamás se apagará.

La adrenalina va en aumento, brota por cada poro de quienes en cuestión de horas se calzarán, orgullosos, una camiseta celeste y blanca con un Puma en el corazón. ¿O acaso alguien a esta altura de la vida puede decir que ese animal salvaje que sobresale en el escudo de la UAR es un yaguareté? Ellos están por cumplir el sueño de todo aquel que alguna vez agarró una pelota ovalada. Y no están dispuestos a traicionar esos sueños. Dejarán la vida, porque así lo indica el primer mandamiento.

Allí, en el césped que en minutos van a pisar, esos jugadores que ya se pusieron los pantalones blancos y las medias que también tienen los colores de la Bandera argentina están listos para construir decenas de momentos épicos. Tienen el corazón bien amateur, más allá de estos tiempos profesionales. Tienen la sangre caliente para tacklear a todo el que se ponga delante. Tienen el corazón para aguantarse a quien sea. Tienen el hambre de gloria que se necesita para que los de enfrente los respeten. Tienen la mente a pleno paqra resolver las situaciones difíciles de un deporte que desde su génesis exige estar preparado para afrontar todas las adversidades, como una pelota que no se sabe para dónde va a picar. No son 15. Son miles. Los empuja y los apuntala una historia escrita por valientes. Cada uno sabe que tiene un hermano, porque de un Puma surge otro Puma. Este partido que está por comenzar no es para cualquiera. Es un partido para la leyenda. Es un partido para que lo jueguen los Pumas.

Ahí aparece comandando la fila que ingresa a la cancha Oswald Saint-John Gebbie, el primer capitán argentino, aunque se haya tratado del hijo de un pastor de la Iglesia escocesa, el 12 de junio de 1910. Y detrás de él vienen, respetando la misma ceremonia, el resto de los capitanes. Ahí están Arturo Rodríguez Jurado (padre e hijo), Ricardo Giles, Jorge Sansot, el “Gringo” Guillermo Ehrman, Juan Manuel Belgrano, Jaime O’Farrell, Martín Aspiroz, Isidro Comas, Antonio Salinas, Bernardo Aitor Otaño, Héctor “Pochola” Silva, Adolfo “Palomo” Etchegaray, Hugo Miguens, el “Negro” Miguel Furia Iglesias, Eduardo Winnie Morgan, Hugo Porta, Jorge Georgi Allen, Pablo Garretón, el “Tano” Marcelo Loffreda, el “Bebe” Sebastián Salvat, Pedro Sporleder, Lisandro Arbizu y Agustín Pichot.

Pasó la emoción en el momento del Himno y quedó atrás el abrazo bien fuerte para darse el último aliento. Y en el primer pique nomás se revive, como si se tratase de una película de ésas que ya están gastadas de tanto verlas y disfrutarlas, la palomita de Marcelo Pascual volando sobre el ingoal de los Juniors Springboks en aquella memorable tarde del 19 de junio de 1965 en el Ellis Park de Johannesburgo. Igual que el hombre de Pucará vuela Marcelo Campo en el mítico Twickenham para vulnerar la historia de los ingleses en 1978. Y lo mismo hace Diego Albanese, aterrizando en propiedad irlandesa para el formidable triunfo en Lens, Francia, en el Mundial de 1999. Y hasta parece que se tratara de la misma persona cuando el “Flaco” Ernesto Ure vuela en las narices de los franceses.

Ahora las fotos lo muestran a Porta aniquilando el ingoal de los Springboks en 1982, y martirizándolos con la magia de su pie para el triunfo único en Bleomfontein, que no importa que haya sido con la camiseta de Sudamérica XV, porque ese día hubo 15 Pumas. Y el mismo genio aparece marcando todos los puntos en el empate frente a los All Blacks, en el Ferro de 1985. O en la igualdad con los franceses, en 1977. Es el 10 que inventa siempre, como aquella vez que sorprendió a sus propios compañeros jugando rápido un penal que pedía palos pero terminó en el vuelo interminable de Campo hacia el ingoal de los ingleses. Es el dueño de un botín increíble que fue considerado el mejor del mundo; ante él se rindieron todos los poderosos. Es el hombre que en un mismo partido le asestó tres drops a los australianos y repitió ante los neocelandeses.

Ahí va el histórico scrum que ingresa para doblegar a los australianos en Brisbane, en 1983. Y con él, los también históricos tackles, otro sello del alma Puma. Aparecen Julio Genoud, haciéndole sentir el rigor a los ingleses de Oxford Cambridge en 1956, el “Negro” Raúl Loyola partiéndole las piernas a los irlandeses, Georgi Allen llevándose puestos a dos sudafricanos en Bloemfontein, Guillermo “Cacho” Varone, el mismo día, cruzando toda la cancha para despedir a otro sudafricano hacia la pista de atletismo, Bernardo “Berni” Miguens tirando diez metros a un australiano pese a que recién debutaba y ni siquiera había entrado en calor, el “Tano” Loffreda volteando a tres franceses en la victoria posterior a la muerte del “Veco” Carlos Villegas, Santiago “Tati” Phelan y el Yankee Rolando Martin con los hombros rojos de parar samoanos, y los 15 leones metiendo 22 tackles en aquellos 9 munitos finales del épico test frente a los irlandeses en el Mundial de 1999.

Allí están en el vestuario de la gira de 1965 el “Gato” Ricardo Handley, Arturito Rodríguez Jurado, “Pochola” Silva, Luis “Lucho” Gradín y Ronaldo “Ronnie” Foster jurándose no salir vivos de la cancha si no ganan. Es el mismo juramento de los 15 que defendieron el ingoal en el ’99. Y es idéntico al de aquel grupo que venció a los Springboks en 1982 después de haber recibido una paliza en el primer test. No es distinto al que promulgan los que vistieron la celeste y blanca en las décadas del 10 al 50. Ya se sabe: ser Puma es hereditario. Y no sólo por los hermanos Morgan, Miguens, Lanza, Fernández Miranda, Iachetti, Contepomi.Ser Puma es como un apellido más. Se lleva para toda la vida.

Vuelve a aparecer el “Gato” Handley en el vestuario, antes de jugar contra los Gazelles sudafricanos en 1972 y con su mujer gravemente internada, diciéndole a sus compañeros: “Ahora entramos y nada de saludos a la tribuna. Los cagamos bien a palos, les ganamos y después saludamos”. Y así fue nomás. Como aquellas palabras de los Pumas del ’99, cuando se quedaron sin entrenador, solos en el vestuario de Liceo Naval, a días del Mundial. Allí también se escuchó un: “Ahora vamos por nosotros mismos”. Hay decenas de imágenes idénticas previas a los partidos.
Por algo los franceses reconocen que sus valientes forwards sólo sintieron miedo en dos estadios: en el de Ferro y en el de Vélez.

La amada y traicionera ovalada la manejan de memoria Ricardo Giles y el “Gringo” Erhman para enloquecer a los irlandeses en 1952. La toma “Lucho” Gradín y ensaya “el yeso”, o sea se escapa por el lado ciego de los sudafricanos después de un line. Es “yeso” porque si pasaba, todo bien, pero si no, “me enyesan hasta el pelo”. Lo apoya Ricardo Passaglia luego de acertar con la “Santa Fe” (pelota a la cola del line y carga de los forwards) nada menos que en Twickenham. La agarra Martín Sansot, quien se agacha y hace pasar de largo a dos hambrientos All Blacks, en 1976. La aprisionan Jorge “Yoyo” Gauweloose y Gonzalo Beccar Varela para culminar en el ingoal galés en aquella derrota que fue como una victoria, en el Arms Park, también en 1976.

La embolsa Rafael “Rafa” Madero para vencer por primera vez a los Wallabies australianos en 1979, en Ferro. La inventa “Fichín” Pichot para metérseles a los australianos en Ferro, y a los japoneses y franceses en el Mundial. La atrapa el “Chino” Fabián Turnes para gritar el try en el primer triunfo ante Francia, en Ferro, y lo mismo hace su compadre Diego Cuesta Silva en el segundo test. La acaricia Santiago Mesón con sus penales para la victoria ante Francia, en Nantes de 1992. La emboca Daniel “Banana” Baetti sin que nadie se diera cuenta de que se había colocado los botines con tapones de goma para otro triunfo contra los franceses, en Vélez 1988. Le habla el “Negro” Eduardo Poggi con su estilo para pegarle de guadaña que sorprende a los sudafricanos. La aman Gonzalo “Queso” Quesada cuando su pie termina en lo más alto en el Mundial del 99 o cuando Hernán Vidou mete todo para doblegar por primera vez a los ingleses, en 1990. La corajea Arbizu en los dos tries a los neocelandeses en River 2001, y es un calco de lo que fabrican Aitor Otaño para romper los tackes escoceses y Alejandro “Chiquito” Travaglini los de los irlandeses.

Los rivales sufren el coraje Puma. Como los franceses de Section Paloise, en 1965, cuando en la primera salida todos terminaron en el suelo después de la topadora hambrienta de los de celeste y blanco. Y lo mismo les pasa a otros franceses, ya con la camiseta bleu, cuando quisieron copar la parada en Ferro 1985 y tras el kick-off de Porta recibieron los embates de los forwards, dispuestos a que nadie se los lleve por delante. Y es casi idéntico a lo ocurrido en Bloemfontein, con 15 argentinos con la adrenalina al máximo para tumbar a las torres sudafricanas.

El “Ruso” Alejandro Cerioni se le para de frente a los ingleses en 1978 y les dice a todos juntos: “Come on, come on”. Hugo Nicola se aguanta en el primer test que el pilar francés le deje toda la cara arañada, pero en el segundo se acaba todo cuando le muerde un dedo. Andrés “Perica” Courreges se cansa de que el temible Paparemborde lo cruce en el scrum para romperle las costillas y tras aclararle que “cèst la guerre”, le muerde la oreja. Serafín Dengra se recupera del cabezazo que le rompió la nariz en su bautismo internacional en Bloemfontein, y con sólo 20 años devuelve el gesto en el scrum siguiente. Alejandro Sandro Iachetti no se deja llevar por delante y con la cara ensangrentada, porque un francés le rompió el tabique nasal, le reparte a los más grandotes. El “Bambi” Alfredo Soares Gache copa la parada cuando se le vienen todos los Springboks encima. Federico Méndez, recién mayor de edad, lo duerme al gigante inglés Paul Ackford, que pisaba contrarios pese a golear en Twickenham. No son éstas escenas para elogiar, pero muestran otro costado de la leyenda. Es ésa que nadie sabe quién la impartió, pero que todos saben que hay que cumplirla. Es ese otro mandamiento de que un Puma nunca corre cuando se armó la batahola.

Otra vez aquello de la herencia. Aitor Otaño lo mima como un hijo a José Javier “Tito” Fernández, su sucesor, y lo mismo hace el grandote con el “Chapa” Eliseo Branca, durmiendo en la cama de al lado durante toda la gira de 1976. “Pochola” Silva le explica a un “Flaco” Ure con sólo 19 años que si no le devuelve la piña a un neocelandés lo van a pasar por arriba, y mucho después el mismo forward al que Porta definió como “un Puma en serio” se arroja sobre Diego Cuesta Silva en medio de una batahola con los franceses para decirle: “Quedate tranquilo que yo te cuido”. Y ahí está también el genial Martín Sansot para ayudarlo a quitarse las medias a “Berni” Miguens, quien acababa de sacarle el puesto en Australia.
Ahí está de nuevo el espíritu Puma. Y no falta el buen humor del “Ruso” Raúl Sanz, del “Enano” Ricardo Landajo, de “Perica” Courreges, de Adolfo “Fito” Cappelletti, de Alejandro “Chirola” Scolni, del “Aguja” Fabio Gómez, del “Gordo” Mauricio Reggiardo. Continúa con la pasión llevada al periodismo por Nicanor González del Solar. Y va hacia la solidaridad con el equipo y con las ganas de jugar siempre en Los Pumas, con el “Rafa” Madero actuando en tres puestos distintos (centro, apertura y full-back), al igual que el mellizo Felipe Contepomi. O con Ronnie Foster trasladándose de la tercera línea a la primera, como pilar, con el tremendo esfuerzo que derivó en una curiosidad: en apenas un mes se le agrandó el tamaño del cuello de sus camisas de 42 a 44 y medio. O con el “Tati” Gustavo Milano improvisando como pateador al touch contra los ingleses.

¿Más mística? Claro. Hugo Miguens tacklea pese a que la sangre le quita la visión contra los Gazelles, en Ferro. Y Diego Cash no se va de la cancha frente a los franceses pese a tener la nariz rota y un tobillo deshecho. Y el “Orco” Cristian Viel juega ante los samoanos, en el Mundial de 1995 de Sudáfrica, con un corte de 12 puntos en su cabeza. Y Arbizu va al frente con su cara desfigurada contra los All Blacks en River. Y el tucumano Garretón aguanta con su espalda tajeada de tantos pisotones de los franceses.

Brotan más imágenes. Es Alberto Camardón perdiendo la serenidad al ver que el triunfo contra los Juniors Springboks iba a ser una realidad. Es Angel “Papuchi” Guastella sintiendo que el estómago le explota cuando a los 20 minutos ya avizora que su equipo de pibes va a lograr algo histórico en Twickenham, en 1978. Es el mismo “Papuchi” junto a Silva festejando solos, comiendo un sándwich y tomando una cerveza en un bar de Constitución, tras el primer triunfo contra los franceses. Son el “Veco” Villegas y el “Gringo” Emilio Perasso, abrazados, disfrutando en las tribunas del Arms Park la estupenda actuación del equipo en 1976. Es Rodolfo “Michingo” O’Reilly corriendo adentro de la cancha detrás de Cristian Mendy, quien con su try iba a sellar el impacto a Australia, en Vélez 1987. Son “Lucho” Gradín y José Luis Imhoff llorando tras la victoria en Nantes, en 1992. Es “Pochola” abrazando a Porta sobre el césped de Vélez después del segundo golpe a los franceses. Son “Tito” Fernández y Héctor “Pipo” Méndez poniéndole toda la mística a una etapa dura de la selección. Son el “Mono” Eduardo Scharenberg y el “Negro” Poggi aportando su alma Puma a un proceso de transición. Son todos juntos y en diferentes épocas, Edmundo Stanfield, el “Francés” Jorge Merelle, Saturnino Racimo, Aitor Otaño, José “Joe” Argento, el “Ruso” Sanz, Alejandro Petra, Ricardo Paganini... Y aquí hay lugar para dos foráneos a quienes se debe considerar Pumas: el sudafricano Izaak van Heerden y el neocelandés Alex Willie. Uno, el maestro-guía de 1965, el que a todos los argentinos les hacía creer que eran los mejores del mundo. El otro, el hosco que le aportó su espíritu al equipo del Mundial de 1999 y al que recién se le vio una lágrima cuando llegó la hora de despedirse de los jugadores. Y también para los médicos con corazón Puma como el “Pato” Luis García Yáñez, Imhoff y el “Oso” Elías Gaviña.

Estallan al mismo tiempo las tribunitas del legendario GEBA, los tablones de Ferro, los tablones y el cementerio del mismo Ferro, los escalones y los asientos de Vélez, y la majestuosidad de River. Porque Los Pumas siempre contagiaron. Nunca pasaron inadvertidos. Lograron algo casi imposible en cualquier otro ámbito: ir más allá del rugby. Por ellos cada equipo que llega a la Argentina sabe que acá nada es sencillo. Que además de 15 leones hay que toparse con miles de gargantas que alientan al ritmo del “hop, hop” cuando se forma un scrum y que gritan “Vamos Pumas, vamos, ponga huevos que ganamos” cuando desde adentro se traslada el contagio de tanto tackle. Y ahí aparece otro mandamiento Puma: siempre se gana con el corazón en la cancha y en la boca.

Este partido es interminable, porque la esencia Puma así lo indica. Porque allí donde haya una pelota picando o volando habrá 15 o miles de hombres con la celeste y blanca en el alma y el Puma sobre el lado del corazón tackleando, empujando en el scrum, saltando en el line, arrastrando gente en las formaciones móviles, buscando quebrar el rival por todos lados, con la adrenalina brotando en cada centímetro de la piel. Allí donde haya emoción y solidaridad, siempre habrá un Puma. Por eso Los Pumas están en la historia. En esta historia.

1 comentario:

  1. Muy bueno... es una parte del libro, supongo?

    "y el Puma sobre el lado del corazón" - ojo que algunas remeras de Nike lo cambiaron de lado y dejaron la pipa de la izquierda... que no jodan con eso!!!

    "Nunca pasaron inadvertidos. Lograron algo casi imposible en cualquier otro ámbito: ir más allá del rugby" - que en un país tan futbolero como la Argentina se cambiara el horario de un River - Boca por un partido de Los Pumas... lo dice todo!!!

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