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martes, 26 de octubre de 2010

Lo que siempre estuvo ahi…- Por Charlie Stalgis


Mi primer entrenador rentado de rugby jugando en el club fue en 1975. Yo jugaba rugby en el club Obras Sanitarias. Hacían pocos años que se habían ido la mayoría de los jugadores del plantel superior a formar San Patricio. Esos problemas de dirigencia que siempre pasan en la Argentina. Mis padres no quisieron que me fuera a “San Pa” y me quede en el club.

El presidente del club era un visionario que hacia lo imposible para avanzar. Era muy controvertido. Empezó con el basket a quien “profesionalizo” y después quiso que Obras mejore en el rugby. Cuando los de “San Pa” se fueron, Obras descendió a segunda. Todavía me acuerdo de todos esos partidos. Ver jugar a SIC, CASI, CUBA y todos los grandes en Avda. del Libertador. Una vez hice de linesman en la intermedia contra SIC y me toco conocer a Arturo Rodriguez Jurado que jugo en intermedia ese día. Bueno, me estoy yendo de tema. Mucha gente lloro en el club cuando bajamos.

Luis Mancini, el presidente, entendió que no había suficiente talento interno para mejorar al rugby y trajo a Willy Montes de Oca de CASI. Willy era un tipo extraordinario. Nunca había yo tenido un entrenador así, que sabia tanto de rugby, que era tan apasionado en enseñar, que se dedico a nosotros como nadie lo había hecho antes, que se desentendía de la política del club para dedicarse a nosotros.

Era un problema para el, ya que esto estaba mal visto en casi todos lados. Yo era chico y nunca hable con Willy del tema, pero todos sabíamos lo que pasaba y lo mal que la pasaba el en su club por el “tema”. Los rugbiers lo aceptamos sin ninguna traba (capaz que algún viejo protesto, pero de eso yo no se). Mejoramos muchísimo con Willy. A mi me vino bárbaro. Me tomo, creo, un cariño especial y paso mucho tiempo entrenandome en forma personal. Por lo menos así yo lo veía.

En esa época, yo estaba en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en 5o año (1974) nos entreno Papuchi Guastella. Entre Willy y Papuchi me di cuenta de la diferencia de nivel de rugby. Papuchi era pagado por el colegio y entonces no se si uno lo puede llamar rentado también, quien dirá!

En 1976 me pase a Pueyrredon. Quería mas entrenadores como Willy y Papuchi y pensé que ahí los tendría. No tuve mas entrenadores “rentados”, pero mi mejor recuerdo de Obras es Willy. Creo que ahora eso es normal, pero pasaron 35 años. Le lleva mucho al rugby argentino moverse para adelante.

Ahora leo que los jugadores quieren jugar en sus clubes y pertenecer al PLADAR y que los dirigentes dicen que es un escándalo. Espero no tengamos que esperar otros 35 años para movernos. “Nosotros” los jugadores tenemos poca paciencia con los dirigentes de saco azul y corbata que mas de un whiskicito no contribuyen mucho. Los necesitamos para jugar y ellos debieran estar para que juguemos y no para que muestren sus “blazers”. Digo “nosotros” los jugadores por que todavía entro a la cancha a jugar pese a los 50 y pico encima y por que los siento como si fueran hermanos, no así con los que dirigen.

Bueno, espero cunda la paz y la cordura.
Un abrazo a todos y especialmente a Willy si algún día lo puedo volver a encontrar,

A las madres del Rugby - Por Charlie Stalgis


Cuando tú pequeño, cuidado, por abuelas, tías, maestras y pediatras te dijo: ¡Quiero jugar Rugby!, se te partió el corazón.

La primera imagen que se te vino a la mente fue la de un yeso, en alguna parte de su adorado cuerpito, esto si tenés la suerte de que tú esposo no haya jugado Rugby. En ese caso la imagen es casi infernal, y el yeso…. ¡ojala fuera solo un yeso!

Fue pasando el tiempo, los partidos, las lluvias, los fríos, los raspones; los emprendimientos para juntar fondos y la incertidumbre de las giras, ahora tu pequeño, experimentado en caer al suelo sin romperse el alma y sacarle plata hasta a las piedras, es un cachorro de guerrero, con más amigos que antes, con un cuarto con fotos de Los Pumas y banderines de ignotos clubes, con nombres casi impronunciables.

Pasado este tiempo iniciativo, te pusiste a pensar que no fue mala idea esta de que juegue Rugby. Tiene más amigos, es un poco más responsable, es puntual –al menos con los horarios de entrenamientos y partidos- y si has sabido “amenazarlo” su rendimiento escolar ha mejorado.

Con estas líneas queremos agradecerte que seas MADRE DE JUGADORES DE RUGBY, y que nos tengas paciencia, a tus hijos y al Rugby.

Nuestra tarea de enseñar a jugar rugby la llevamos adelante porque nos divertimos, y como hace tanto tiempo que estamos involucrados en esto -antes como jugadores ahora como entrenadores- forma parte de nuestras vidas. Y lo que queremos es que tu pequeño viva lo que vivimos nosotros, que va a ser lo que esta viviendo, multiplicado por vaya a saber que cifra.

Pero el calvario no termina acá, porque tu hijo se pondrá de novio y ya serán dos las mujeres que compartirán la pena, y lo que será peor aun: se casará y procreará jugadores de Rugby, pero ese es otro cuento…

Ordene mi Capitán - Por Adolfo Etchegaray


La elección adecuada del capitán es de vital importancia. Muchas veces se comete el error de fallar en la elección acertada del encargado de conducir al equipo. Si el capitán carece de la capacidad para implementar las variantes técnicas y tácticas necesarias para revertir
un resultado adverso todo el potencial de un equipo quedará anulado.

El capitán debe ser un líder, un jugador inteligente, un indiscutido, un ganador, un estratega, y un ser perceptivo de los problemas de sus compañeros. Debe jugar en su máximo nivel y durante el desarrollo del partido ir analizando el juego y motivando a su equipo. Debe asegurarse de que cada jugador explote sus virtudes al máximo y cumpla con los requisitos que le exige el puesto. Es aconsejable que en el último entrenamiento de la semana, durante los veinte minutos finales, el equipo practique bajo sus órdenes. Con esto el capitán reafirmará su autoridad ante el equipo y pondrá a prueba sus cualidades de líder. El mayor error que puede cometer un entrenador es intentar eclipsar la figura del capitán. Se sabe que una vez que el equipo entra a la cancha la función del entrenador ha terminado. El objetivo del entrenador es armar un equipo que con la dirección de su capitán funcione eficientemente. Una vez que el partido ha comenzado, el capitán toma posesión del control absoluto de su equipo y debe apelar a todo su conocimiento, liderazgo y criterio táctico para conducir a sus jugadores a la victoria. Un entrenador exaltado gritando desde el touch no hace otra cosa que acentuar su propio fracaso en la elección del capitán. Al dar indicaciones desde afuera de la cancha el entrenador está devaluando la autoridad del capitán y sólo logrará generar confusión en sus jugadores. A pesar de que todo equipo tiene su plan de juego, un buen capitán debe tener la visión y la capacidad de saber cambiar el planteo táctico, en pleno partido. Es el responsable de que el equipo tenga un equilibrio entre un rígido esquema de juego y la improvisación de los jugadores. En el rugby moderno el capitán no debe estar demasiado lejos de los forwards porque los partidos se ganan en el frente de batalla. El medio scrum tiene una ubicación privilegiada para ir evaluando la conveniencia de jugar con los forwards o utilizar los backs. Debe cumplir la doble función de arengar en algunos pasajes a jugadores abatidos y sin reacción o calmar a algún desaforado que perdió el control por alguna decisión del réferi. En momentos calientes y de confusión la sola presencia y la autoridad del capitán debe servir para señalarle al equipo el rumbo a seguir.
Es el principal motivador de sus jugadores y esta motivación debe estar orientada hacia “el hambre por ganar” y no a un fervor exagerado que convierte un ímpetu arrollador en una locura ciega donde se pierde la capacidad de pensar. Los jugadores no son pilotos kamikazes disputando su última batalla con un boleto de ida. Todo lo contrario, un equipo entra a la cancha con el objetivo de jugar un rugby pensante. Una fuerza controlada asociada a una técnica depurada da mejor resultado que un grupo de descerebrados yendo a la carga con una furia suicida. Debe tener una avasallante personalidad como para poder conducir eficientemente a su equipo, sobre todo, en condiciones adversas. Si no es así puede convertirse en el encargado de elegir salida o campo, o simplemente, saludar al réferi. La fuerza que otorga el bastón de mando reside en un respeto mutuo y recíproco entre el capitán y el entrenador y entre el capitán y los jugadores. Especialmente debe haber un reconocimiento indiscutido hacia quien ejerce la capitanía, por parte de los “caciques” que hay en cualquier equipo. El capitán no debe solicitar el respeto de sus dirigidos porque esta consideración se gana. No se logra con la potencia de los gritos, ni con la imposición de un régimen militar. Simplemente, se adquiere con la autoridad que impone un líder a través de la indiscutida calidad de su juego y de las acertadas decisiones en la conducción del equipo.

Cualidades requeridas

Para ser un buen capitán, es imprescindible tener confianza en uno mismo y en nuestra forma de jugar. Para algunos capitanes, la primera presión la sufren cuando empiezan a tener problemas en cuanto a si son indiscutidos en su puesto. En ese caso, tienen la preocupación de no saber qué poner en primer lugar: si su propio juego (su titularidad en el equipo), o su capitanía (olvidándose de sus aptitudes).
El capitán debe tener una clara noción de cada faceta del juego y un perfecto conocimiento de las fuerzas con que cuenta su equipo. Debe monitorear las reacciones de cada uno de sus jugadores y estar en condiciones de poder solucionar cualquier dificultad que surja.

Capacitación para la función

En la actualidad, hay un notable vacío en cuanto a la capacitación de quien tiene que ejercer la capitanía en la alta competencia. La tendencia mundial indica que la tarea de instruir a la persona que conducirá un equipo no es nada sencilla y demanda muchos años. Por otra parte, en los países avanzados los gurúes que manejan el mundo de los negocios emplean un prolongado tiempo en capacitar y perfeccionar a sus líderes. El recambio de un capitán como también la búsqueda de quien será el número uno en una empresa puede provocar un estrepitoso fracaso deportivo o costarle millones de dólares a una compañía. Cuando se realiza la evaluación para la designación del postulante, no debe confundirse: alto desempeño, con alto potencial. El elegido debe tener las dos condiciones. Es un error designar capitán a un joven relativamente inexperto y pretender que tenga los conocimientos necesarios como para manejar a sus jugadores bajo situaciones límites. Es tan difícil para una empresa encontrar un CEO competente, como para un equipo acertar con la designación de un buen capitán.

Dar hace bien - Por Juan Jose Angellillo (SIC)


Hace ya algunos años que algunas de las reglas de juego históricas con las que el rugby se había creado y desarrollado han empezado a cambiar.

La novedad, tal vez más importante, es que a partir del crecimiento y la trascendencia pública que fue adquiriendo, empezó a ser un medio atractivo para que las empresas promocionen sus productos o servicios. A partir de allí y potenciado por la relevancia de los medios masivos de comunicación, comenzó a ingresar un flujo de dinero que permitió sostener la dedicación full time.

Las dos novedades principales son, en síntesis: el ingreso de un nuevo tipo de miembro a la comunidad rugbística, las empresas; y el comienzo de la dedicación full time y, por lo tanto, la necesidad de pagar y cobrar por una actividad que antes se realizaba gratuitamente como hobby.

La opinión pública define comúnmente a este fenómeno como “profesionalización”.

Aunque el hecho de que con una sola palabra se pretenda enmarcar una realidad tan compleja, puede generar confusión; una sola palabra no puede abarcar el significado de lo que esta ocurriendo, pues semejante síntesis distorsiona.

Por otro lado la palabra utilizada, por como es popularmente entendida, también es proclive a malas interpretaciones.

Uno de los riesgos de una mala interpretación es el de polarizar y oponer lo amateur, gratis por amor a hacerlo, con lo profesional, hecho por plata.

Otro, jerarquizar al polo profesional sobre al amateur por su connotación de profesional=mejor, amateur=peor.

Sobre esto es que quiero profundizar. La comunidad mundial del rugby es suficientemente amplia y diversa como para que este fenómeno afecte a todos por igual. Cada tipo de institución, sean uniones internacionales, nacionales, provinciales, clubes, asociaciones, tiene un tipo de finalidad especifica dentro de la finalidad común que todas comparten y que cada una ha tenido que adaptarse a las nuevas reglas de juego.

Como parte de esta comunidad nuestro Club también tiene que entender adecuadamente esta nueva realidad y preguntarse como ésta lo afecta particularmente y que oportunidades y amenazas representa.

La reflexión que continúa trata, justamente, de cómo una mala interpretación del significado de las nuevas reglas del juego, – no me refiero a variantes del reglamento – “el profesionalismo”, puede llevar a confusiones que nos desvíen de la misión personalísima que le imprimieron los fundadores al Club.

Creo que el hecho de que algunos cobren por hacer cosas que antes se hacían gratis, no es substancial sino formal, y que depende de nosotros que siga siéndolo.

Nos han enseñado y hemos experimentado y reconocido que el deporte, y el rugby en particular, es un modo excelente para educar. Es mas, creemos que la formación de personas es el fin último buscado a través de su práctica.

Vivimos, como jugando, divirtiéndonos, podemos desarrollar actitudes que después del juego nos acompañaran por el resto de nuestras vidas, ayudándonos a vivirla más felizmente. El ejercicio cotidiano de la disciplina del juego templa nuestro carácter y lo fortalece para transitar la vida.

Entre esas actitudes o valores de comportamiento, esta la de la entrega, la de darse todo, la de dejar todo dentro de la cancha.

El rugby por su naturaleza áspera, de contacto, de adversidad, hace que ese entregar todo sea aun más difícil y por lo tanto mas sacrificado.

Frases como “no hay gloria sin sacrificio” y “el verdadero éxito es el de dejar todo y no guardarse nada”, se pueden resumir en “el sacrificio de dejar todo es el éxito verdadero”.

Como dar todo por nada o como dar más de lo que uno toma, solamente amando. El amor por su Club, representada en los colores de una camiseta, es lo que moviliza esa entrega inexplicable.

Es cierto también que la búsqueda de la gloria puede ser egoísta y que la búsqueda de dinero es también motivante, pero sin el sentido de gratuidad esa búsqueda no será amor y, por lo tanto, se estará dando ventaja. Agassi no juega por la plata, no deja todo por la plata.

Que el dogma “profesionalismo” no nos estructure a pensar “gratis no”; habrá cosas que deberán ser pagas pero muchas otras no y esto no es un problema, es una oportunidad. Colaborar gratuitamente hace bien y es gratis.

Los clubes como el nuestro serán en el futuro cercano más amateurs que profesionales y parte del correcto funcionamiento, dependerá de cuan equilibradamente balanceemos la organización de colaboradores profesionales y amateurs.

La línea debería estar puesta donde, por la necesidad objetiva de dedicación, alguna persona no pueda simultáneamente cumplir con la función sin abandonar sus responsabilidades personales relacionadas a su mantenimiento o al de su familia y, muy principalmente, en que el motivo primero de la participación sea el amor al juego, a su comunidad, más que el exclusivo beneficio personal.

Que el “profesionalismo”, modo de expresar los nuevos tiempos, no signifique entonces, no hacer solo por algo a cambio, porque perderemos uno de los principios, sostén de la estructura de valores que el juego enseña.

Que el amor por lo que uno hace sea, como mínimo, siempre superior a cualquier otro interés, incluido al económico.

El amor por algo es algo que es colectivo, se comparte necesariamente con otros, y ese compartir es lo que se convierte en sentido de equipo, superlativamente hablando.

No subestimemos, pues, la importancia que ha tenido – y tiene todavía – la entrega sin reparos, con relación al éxito en lo relativo a formar personas como último fin; y el de este fin con relación a lo que el SIC es, el hecho de que las personas lo hacen principalmente por amor.

El SIC fue, es y será un Club de gente dispuesta a dar, por el solo hecho y placer de dar.