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sábado, 30 de octubre de 2010

La Amistad en el Rugby - Por Eduardo Palacios


No hace falta haber sido un destacado jugador, haber practicado este deporte toda la vida, o siquiera haberlo hecho alguna vez; para saber que este deporte se caracteriza por la estrecha relación que forjó hace tiempo ya, con el valor amistad. Es parte del saber popular que, quien juega al rugby tiene muchos amigos, que generalmente son buenos amigos, y que los mismos duran para toda la vida, aun cuando uno no le haya dedicado a la actividad no mas que algunos años de su juventud.


Frases como el rugby es amistad, suenan en nuestras mentes ya que estamos acostumbrados a escucharlas periódicamente, la mayoría de las veces, sin prestarle demasiada importancia. Sin embargo, ¿reflexionaron alguna vez sobre la causa de esta íntima relación entre el rugby y la amistad?


Creo firmemente que una de las principales vertientes que alimentan este singular vínculo radica en que, el rugby, ha conseguido hasta hoy mantenerse puro de la contaminación del exitismo que reina en la mayoría de los deportes del medio. Es absolutamente cierto que, actualmente es más común que alguien se plantee la posibilidad de jugar al rugby como una manera de salir adelante económicamente, o por el solo hecho realizar alguna actividad física; pero en la mayoría de los casos, perdón, en la gran mayoría de los casos, uno juega al rugby por los amigos.


Salvo algunos contados casos, todos los que practicamos alguna este deporte, lo hicimos porque alguno de nuestros padres o algún amigo nos invitó a empezar a entrenar. Y es así que uno, sin darse cuenta, de a poco, va involucrándose en una actividad que (aunque en ese momento no alcance a visualizarlo) será de fundamental importancia para el resto de nuestras vidas, porque será de este gran grupo de personas que conforman el club, de donde uno elegirá la tropa que lo acompañará a enfrentar las vicisitudes que la vida seguramente nos tiene reservadas para el futuro.


Desprevenidamente, esta afirmación podría parecer como efectuada por un fanático del dios rugby, pero en la mayoría de los casos, los amigos que uno se hace en la práctica de este deporte duran para toda la vida.


Si le preguntáramos a un grupo lo bastante grande y heterogéneo de personas, acerca de cual cree que es la causa de que el rugby forje lazos tan estrechos entre aquellos que lo practican, o sea, cual es la causa que hace que la unión de los integrantes de ese grupo sea tan fuerte, seguramente obtendríamos al menos tres tipos de respuestas.


Algún que otro desentendido, seguramente contestará que el amalgama que mantiene esta unión es la demencia, la locura o la insania de un grupo de gente que disfruta de andar corriéndose unos a otros, chocándose como unos locos, tirándose al piso, pisoteándose e intentando causarle el peor daño posible al rival. Entrenando tres veces por semana, raspándose, golpeándose, machacándose, hasta juntar las lesiones necesarias que no le permitan practicar deporte alguno por el resto de su vida. Sea con lluvias torrenciales, hagan 3º bajo cero, o 45º a la sombra de un sábado caluroso de verano. Y ojo, que no critico a esta gente, porque de no haberlo practicado muy probablemente, yo coincidiría con el pensamiento de este grupo de gente. Sin embargo, esta gente no tiene la menor idea de lo que habla, y si es capaz realizar estas afirmaciones es porque nunca tuvo la posibilidad de jugar a este magnífico deporte.


Algún otro, seguramente contestará que si el ambiente del rugby está tan íntimamente relacionado con la amistad, es porque que en este deporte, se comparten un gran número de horas semanales, llámese entrenamientos, partidos, terceros tiempos, giras, etc, dosis estas que llevan a necesariamente a terminar inmiscuido en una relación más o menos afectuosa con alguno que otro, situación ésta que llevaría a terminar haciéndose amigo de esa gente con la que comparte todas estas horas, como quien se hace amigo de un compañero de trabajo. Si bien estos factores seguramente alimentan la amistad que se crea, tengo el convencimiento que no constituye lo que podríamos denominar la causa fundamental de la relación.


Ahora bien, por último encontramos a todas aquellas personas que jugaron alguna vez al rugby. Este grupo seguramente será el único que estará capacitado para entender exactamente lo que digo con cada una de mis palabras y comprenderá en donde radica, según mi modesto punto de vista, la clave que hace que este deporte sea una infinita cuna de amigos. Sentimientos como el de entrar a una cancha con 14 tipos mas con el convencimiento que por ellos dejarías la vida en cada jugada y sabiendo que harían lo mismo por vos de ser necesario; las lagrimas de algún que otro entrenador, emocionado en la charla previa a un partido que en ese momento parecía lo mas importante del mundo, cuando en realidad nunca ví ninguna copa para el campeón de ningún torneo; un partido ganado con un trie en el ultimo minuto ante el rival de toda la vida; un tercer tiempo, después de haber ganado, compartiendo todas las impresiones de un partido y comentando cada una de las jugadas, permitiéndose casi siempre alguna que otra licencia en cuanto a la realidad de los hechos; perder, y poder ver en la cara de tus compañeros que tienen exactamente el mismo sentimiento de frustración que los carcome por dentro; hacer alguna mala jugada, que un compañero te levante y sin decirte nada, te deje descubrir mediante un pequeño gesto que todo esta bien, que hay que seguir para adelante; la charla de algún capitán segundos antes de entrar a la cancha, que hace que esos quince amigos se abracen tan fuerte que podrían ser una sola persona por algunos segundos…


Creo que son justamente estas pequeñas grandes cosas, y otras tantas que no podría nombrar por una cuestión de tiempo, las que hacen de este deporte, un oasis de amistad verdadera y real que se abre a todo aquel que este dispuesto a tomar de el. A los que sintieron alguna vez correr por sus venas alguno de estos sentimientos, sabrán perfectamente de lo que estoy hablando, y tendran seguramente la piel de gallina recordando alguna de estas situaciones. A los que nunca las vivieron, se que sera muy dificil, sino imposible, explicarles ese tipo de sentimientos, pero realmente son vivencias que te llenan y te ligan a esos compañeros por siempre.


Para cerrar, independientemente de donde consideremos que se encuentra el origen de esta fuerza, nadie puede negar que el rugby, es una cuna de amistad verdadera y que posee la casi milagrosa facultad de unir personas con una suerte de lazos que en mayor o menor medida se muestran tan fuertes como para resistir al paso del tiempo. Es por eso que brindo por la amistad, y por todos aquellos amigos que el rugby me dio, y que sin duda, me seguirá dando.

Un duelo con Historia - Los Pumas / Francia


Si hay un duelo con historia, pasión y mucha rivalidad, entremezclado con la amistad y la camaradería, ese es el que sostendrán argentinos y franceses. Una larga historia con emociones al por mayor, derrotas, triunfos y hasta un empate.

A la memoria lo primero que nos viene son los triunfos en el último mundial, en el 2007, en casa gala. El partido inaugural en el Stade de France y la corrida de Ignacio Corleto en el único try del 17 a 12 favorable a los capitaneados por Agustín Pichot, dejaron mudas a las 80.000 personas que soñaban con ver a los Blues campeones. Ese 7 de septiembre, Los Pumas comenzaron a escribir un nuevo capítulo en su historia. Para definir el tercer puesto, nuevamente hubo que enfrentar a los anfitriones, y fue triunfo 34 a 10 y el histórico tercer puesto en manos argentinas.

Pero no fue fácil la historia con Francia. Desde aquel primer partido en 1949 en cancha de Gimnasia y Esgrima con un 5-0 en contra, pasaron 12 encuentros y la victoria no aparecía. En la serie de 1977 el primer partido favoreció a los europeos por 26 a 3. Pero en la revancha, siete días después, Hugo Porta marcó 6 penales, la misma cantidad que Aguirre, el apertura francés, y por primera vez Los Pumas se retiraron sin derrota, fue empate en 18 tantos.

La ventana dejaba entrever nuevas historias favorables al seleccionado nacional y ocho años después, nuevamente en la cancha de Ferro, un 22 de junio de 1985, los tries de Ure y Turnes y una estupenda actuación de Hugo Porta (3 penales, 2 conversiones y 1 drop) le dieron la victoria por primera vez en la historia por 24 a 16.

El primer objetivo estaba logrado, pero para llevarse un triunfo de tierras francesas todavía había que seguir esperando. Aquella memoriosa mañana de noviembre para quienes lo vieron por televisión desde este lado del Atlántico o la memorable tarde en el estadio La Beaujoire, de Nantes, para unos pocos afortunados, marcó un hito en la historia argentina. Fue el día de Santiago Mesón, el fullback Puma fue infalible a los palos y anotó seis penales; que junto al drop de Lisandro Arbizu le dieron el triunfo a Argentina por 24 a 20.

El 2003 fue otro año que le dio grandes satisfacciones a los amantes del rugby argentino. Los Pumas se quedaron por primera vez con la serie al ganar los dos partidos de la ventana de junio por 10 a 6 y 33 a 32, en Vélez, y en noviembre le cortaron una extensa racha en el Velodrome de Marsella, estadio del que ningún equipo que enfrentó a Francia se pudo retirar victorioso. Los Pumas aquella tarde del 20 de noviembre ganaron 24 a 14.

En esa misma cancha se jugó el último enfrentamiento entre argentinos y franceses con triunfo para los blues por 12 a 6. La historia favorece a Francia, que de 42 encuentros ganó 31 y perdió 10. Alegrías, triunfos históricos, derrotas, un duelo que entremezcla emociones y no deja de ser un clásico del rugby

11 de Junio de 1965


Un día antes y 45 años antes de que el seleccionado argentino de fútbol, dirigido por Maradona, debutara en el estadio Ellis Park de Johannesburg, un grupo de ignotos rugbiers de este remoto país sudamericano vencieron a los Junior Springboks.

Pasaron ya 45 años y, aunque los cambios en el deporte de los tackles han sido notables, esa victoria de los primeros Pumas quedó como punto de partida. Fue una hazaña porque no sólo se batió a un rival poderoso(sí, aun cuando fuera el segundo seleccionado de ese país fanático por el rugby)sino que se rompió el cascarón porque, antes de esa larga gira, nunca el equipo nacional había jugado en otro continente.

Las comparaciones son llamativas: así como al grupo que tiene a Mascherano como capitán lo acompañan más de 300 periodistas, al que lideró Bernardo Otaño, 45 años atrás, sólo un hombre siguió la tournée. Fue el enviado de la revista El Gráfico, el doctor Hugo Mackern, que firmaba con el seudónimo “Free Lance”.
En 2010, Sudáfrica es una república que acepta a todos los grupos sociales. Cuando visitamos ese pueblo en 1965 reinaba el fatídico “appartheid”, llamado con eufemismos “desarrollo de razas separadas”, pero en realidad era la tiranía y la explotación de los blancos sobre los negros.

Ahora, en 2010, el año del bicentenario de la Revolución de Mayo, viajaron a la patria del extraordinario Nelson Mandela miles de hinchas argentinos. ¿ Saben cuántos acompañaron a los Pumas del ´65? Dos. Federico Mazzini Ezcurra y el “alemán Loeb”, quien grabó momentos significativos de la gira.

El Ellis Park de 2010 tiene un confort pleno, con asientos acolchados para todos los espectadores. El antiguo estadio, el de 1965, era de madera y únicamente los sitios cómodos – con almohadones- podían ser ocupados por los blancos. Los negros sólo eran aceptados en los lugares detrás de los postes, donde las tablas eran un suplicio.

El grupo de Maradona se concentra en la Universidad de Pretoria, acogedora para sus estudiantes y transformado en un hotel 5 estrellas para los futbolistas argentinos. Los rugbiers de 1965, muy cómodos por cierto, vivíamos en un hotel modesto en el centro de Johannesburg.

Se dice que las estrellas de nuestro seleccionado de fútbol valen millones de dólares u euros. Los Pumas de 1965 no teníamos cotización, desde el punto de vista material, porque éramos amateurs. Todos jugábamos en la Argentina y la UAR, sin ningún sponsor, nos dio un saco, una corbata y un pantalón. Las prendas para los entrenamientos eran nuestras, sin que la Unión Argentina de Rugby nos proveyera nada, ni siquiera los calzados(valga esta digresión: yo viajé al Africa un mes después de salir del Servicio Militar. No tenía un centavo y mis zapatos para jugar estaban destruidos. Gracias a que los sudafricanos nos dieron un viático - ¡ horror, dinero a rugbiers aficionados!- pude comprarme unos botines altos, con buenos tapones).

La preparación de los futbolistas en el Mundial 2010 respondió a una logística minuciosa, con viajes previos de Bilardo y de asesores para elegir el sitio de la concentración, la movilidad, la seguridad. Maradona y sus muchachos cuentan con cocineros y alimentos argentinos. Nosotros, los Pumas de 1965, no teníamos la menor idea de los lugares donde nos albergaríamos y comíamos lo que nos daban los sudafricanos, incluidos sus asados, bastante parecidos a los nuestros.

El 11 de junio de 1965 quedó una frase grabada “Daba miedo mirar a la tribuna”. Claro, nunca habíamos jugado con la presencia de 40.000 espectadores, ya que el viejo Ellis Park estaba casi lleno . Se contaba con los dedos a los que nos alentaban. Escasos argentinos(que desconocían al rugby y que trabajaban en los distritos rurales) y los negros que, en su interior, quedaron felices cuando vencimos a los arrogantes Springboks blancos.
El 12 de junio de 2010 serán millones los que apoyarán a los futbolistas argentinos, tanto en Johannesburg como en nuestra patria.

Hace 45 años dimos la sorpresa porque muy pocos creían que podíamos batir a los sudafricanos, aunque fuera su segundo equipo nacional. Nuestra entereza en la cancha permitió que los señorones del rugby ( principalmente los británicos) descubrieran que, en una parte del planeta ignorada por ellos, se jugaba bien al rugby. Por el contrario, en 2010, los elegidos por Maradona son célebres en cualquier continente.

En estos días, la UAR se esfuerza para atender tres equipos: Los Pumas mayores con sus test-matches de la “ventana” de junio(dos veces contra Escocia; un choque contra Francia); los Pumitas en el Mundial Juvenil(se disputa en Rosario, Santa Fe y Paraná) y los “Jaguars” – nuestro seleccionado “B”- en Rumania. La entidad madre del rugby argentino hace un esfuerzo por abstraerse del fútbol y, con un esfuerzo titánico, empuja y protege a sus tres equipos representativos.

El momento actual no le deja tiempo a la UAR ni a los argentinos obsesionados por el fútbol para recordar a los primeros Pumas, los que descubrieron el sur de Africa, los que jugaron en las ciudades del Océano Atlántico y en las de Índico. También en el Transvaal y en lo que hoy es Namibia. Todo era novedad y qué duda cabe, cada sitio africano quedó grabado en nuestros corazones.
¿Le pasará lo mismo a Maradona y a sus muchachos, encerrados en su concentración y sin contacto con el pueblo sudafricano? ¿Descubrirán qué esfuerzo se necesita para montar un avestruz; admirar las estalagmitas de las Cangoo Caves; asombrarse ante el Big Hole, el testimonio de la codicia por la búsqueda del oro; recorrer las reservas y tener delante un león o un rinoceronte que ataca el vehículo; contemplar con asombro a la bella Cape Town desde lo alto de la Table Mountain? No; los futbolistas que participan en el Mundial de 2010 no incorporarán las vivencias de los Pumas de 1965.

Sí, todo es diferente. Nadie nos conocía hace 45 años. Ahora, Messi y sus compañeros son figuras en el mundo y sus rostros invaden los diarios, revistas y televisores. Sin embargo, algo nos iguala: el honor de representar a la Argentina, el máximo halago que recibe un deportista , tanto sea en 1965 como en 2010.

Aranduroga Rugby Club - Historia - Por Pedro Guillermo Ginocchi


En los últimos días de abril de 1962, al salir de la Facultad de Medicina nos encontramos con Julio César De La Rosa, y como era tradicional nos dirigimos a la Pizzería Soria, ubicada en ese entonces en la esquina de Junín y San Lorenzo. Entre cerveza y pizza Julio hace el comentario sobre el juego del rugby, y que venía de jugar un partido con el Sixty Rugby Club de la ciudad de Resistencia, que era el primer equipo de rugby de la zona y lo dirigía un entusiasta Profesor de Educación Física, Normando Coronel. Este equipo era integrado por alumnos de la Promoción 1960 de la prestigiosa Escuela de Comercio de esa ciudad. De La Rosa me explica que era el rugby, dado que el lo había practicado en el Colegio Inmaculada de Santa Fe durante sus estudios secundarios. Después de charlar mucho sobre este juego nos pareció una buena idea de empezar a practicarlo. En otro de los puntos de encuentros tradicionales de nuestra querida Corrientes, la esquina de Córdoba y Junín, reunidos con otros compañeros tratamos de contagiarles nuestro entusiasmo para jugar este nuevo deporte y en lo posible jugar con el nombre de un club que tuviera instalaciones, principalmente terreno para armar la cancha.
Nada más fácil para hacer germinar una idea que el entusiasmo de los jóvenes, así prendió el rugby y así también fuimos a la casa de deportes Los Ases, donde compramos nuestra primer pelota, con el aporte de algunos que me acuerdo: Augusto Costaguta, Miguel Acuña, Omar Sottile, Domingo Sottile, Pablo Sottile, Alfredo Sprovieri, Ernesto Buscaglia, Jorge Espinola, “Nene” Ruiz Díaz, “Varón” Iriondo, Eduardo Ruberto, Vladimir Donchenko, “Pato” Montoya, y si me olvido de alguno, sepan disculparme, los recuerdos se me olvidan, pero mi corazón los tiene presentes.
El 1º de mayo de 1962 fuimos a la cancha de la Escuela Regional en horas de la tarde e hicimos nuestros primeros entrenamientos y los volvimos a repetir el 3 de mayo, porque era feriado en la Capital de Corrientes por ser el día de La Cruz de los Milagros.
Luego de la sesión de entrenamiento se eligió la primer Comisión Directiva entre los presentes, quedando constituida de la siguiente manera: como Presidente Augusto Costaguta, el Secretario Omar Sottile, para Tesorero me eligieron a mi, Pedro Ginocchi, el Capitán sería Vladimir Donchenko, y el Sub Capitán, Julio De La Rosa.
Como no teníamos cancha para la practica alguien propuso que podríamos utilizar la parte central del Hipódromo y es así como fuimos con Augusto Costaguta, Alfredo Sprovieri y este relator a una reunión con la Comisión Directiva del Jockey Club para solicitarles el préstamo del predio del Hipódromo que estaba ubicado en la calle Ayacucho, que en ese entonces era “las afuera” de la ciudad. Les pedíamos el uso del terreno y de los baños como vestuarios.
Nuestra propuesta fue aceptada, y es así como el primer partido lo jugamos con el nombre del Jockey Club contra el Club Regatas de Resistencia. Nuestra primer camiseta era a rayas amarillas y marrones prestadas por el Departamento de Educación Física de la Escuela Regional por el Profesor Eduardo Robles.
Eran los mismos colores del Belgrano Atlética Club de Buenos Aires, uno de los clubes fundadores de la Unión Argentina de Rugby.
De la anécdota del partido recato que el resultado fue favorable al Club de Regatas Resistencia 6 a 5. Nuestro equipo tenía como entrenadores al Dr. Cassuso y al Capitán Giró. La primer formación fue: Costaguta, Buscaglia, Echeverría, Ruiz Díaz, Espinola, Iriondo, Sprovieri, Montoya, Donchenko, Ginocchi, Garcia, Domingo Sottile, Pablo Sottile, Miguel Acuña y Giró, tal como lo reflejó la crónica deportiva del Diario El Liberal de Corrientes del 10 de julio de 1962.
El tercer tiempo, tema muy importante par nuestro deporte y ojala lo continuemos practicando porque es parte del espíritu de nuestro juego, lo hicimos en la casa de Jorge Espinola.
Luego se fueron incorporando nuevos amigos: Unge Ferreira, Pepe Hualpa, Beto Acuña, los hermanos Pérez Rueda, Chevallier Buotell, Breard, Bebo Bordaz, Juan Carlos Álvarez, “Manchado” González, Conrado D’Antiocchia, Armella, Valiente, “Vasco” Pailliole, Faruk, Vicario, Darío Wenk, “Gordo” Pioedrabuena, Jorge Lampugnani, y otros que la memoria y los años no me permiten recordarlos con nombres, pero su imagen esta en mi corazón, sepan perdonar el olvido.
Con el correr del tiempo hicimos varias canchas, ya que nos “echaban” al poco tiempo de utilizarlas, así fue como pasamos por las canchas de la Escuela Regional, el Regimiento 9 de Infantería, el Club Libertad, el Club Sportivo, el predio del Vivaque de la Prefectura (ubicado cerca del Cementerio), del Aero Club viejo, del Aeropuerto Piragine Niveiro, y otros tantos lugares, algunos usado con mas tiempo que otros, pero de todos ellos quedan anécdotas y recuerdos.
En esos años jugábamos ya con el nombre de Aranduroga y habíamos cambiado de colores a blanco y negro, pero siempre con las rayas anchas, similar a las del Club Atlético San Isidro, otro grande de los fundadores del rugby en la Argentina. El uniforme se completaba con el pantalón blanco y las medias negras a rayas blancas.
El nombre Aranduroga provenía del vocablo guaraní, que Noni Sottile lo había sacado de un diccionario y literalmente quería decir “Casa de Sabios”. Esto nos entusiasmo quizás porque la mayoría éramos estudiantes universitarios y el nombre reflejaba nuestra formación.
Luego con el devenir de los años Aranduroga se fue consolidando como Institución teniendo épocas de gran esplendor tanto en lo deportivo como en lo social. Hoy se cuenta con un hermoso club, con varias canchas, salón social, quincho, pileta de natación, canchas de paddle, bar, en donde se continúa consumiendo la cerveza como lo hicimos el primer día que nos reunimos con Julio De La rosa para empezar esta pasión que es el rugby.
Con esto termino mi relato y ahora les toca a las nuevas generaciones la posta de seguir la historia de nuestro querido Aranduroga.

La Actitud al ser "Colgado" en un partido - Veco Villegas


Cuando comienza cada temporada se repiten las mismas frases celebres:
"Seguramente este año nos vamos a equivocar y vamos a cometer errores,
pero ninguno será con mala intención". Por que se repite esto siempre, porque
muchas veces el coach parece ser injusto o parece equivocarse en diferentes
decisiones que afectan o pueden afectar a los jugadores. No siempre esto
debería ser relevante ya que la vida nos va a poner ante situaciones
aparentemente injustas que deberemos sortear, o para ponerlo en términos
del rugby, situaciones donde deberemos apretar los dientes y seguir hacia
delante, lo que el coach debe incentivar constantemente es que no importa la
circunstancia el jugador es parte vital de un team dentro o fuera del campo de
juego, y si esta vez le toco ver el partido desde a fuera, su función es tan
importante como cuando está disputando milímetro a milímetro dentro del campo de juego. Aquí la actitud toma un papel muy especial. La actitud del
hombre que queda fuera de la formación del team para esa semana debe
estar:

1.A disposición del equipo
2.Con espíritu de colaboración
3.Para cualquier cosa que se lo necesite
4.En todo momento

Con esto queremos decir que si al jugador que no integra la formación se lo
requiere para hacer oposición en la práctica, o se lo necesita para traer agua, o
cargar los bolsos, o hacer de lineman, o llevar arena al pateador; ese jugador
DEBE ESTAR DISPUESTO. Esta es una característica de los jugadores que
logran llegar lejos en su carrera deportiva al igual que en su vida misma. La
función del entrenador debe ser la de entrenar estas actitudes de servicio
constantemente.
Durante el partido los jugadores que han sido designados para integrar el
banco de suplentes deben estar con actitud alerta constantemente pues en
cualquier momento puede requerirse su actuación. Esto quiere decir:

1.Alertas a las situaciones del partido
2.Alertas a las situaciones de su puesto
3.Atentos a las indicaciones del coach
4.En estado de total concentración
5.Con la ropa en condiciones (zapatos puestos, camiseta puesta)

La Leyenda del hijo del minero - Gareth Edwards


Para hablar de Gareth Edwards o de los Barbarians, conviene empezar explicando qué son los Barbarians, un equipo en el que se juega por invitación. WP Carpmael fundó este selecto club en 1890 en la ciudad inglesa de Bradford. Su idea original consistía en reunir a los mejores jugadores una vez que la temporada de partidos entre clubes finalizaba en marzo, y enfrentar a esa selección de talentos con los mejores equipos de aquí y allá. El rugby -como el fútbol, el baloncesto y los deportes principales de equipo- tardó muchos años en tejer una infraestructura de competiciones tal y como hoy la conocemos. Pensemos que el primer Mundial no se jugó hasta 1987. O que nunca hasta la década pasada existió nada parecido a una competición europea de clubes (la Heineken Cup). La sobre exposición de estrellas de hoy y la oficialidad de los calendarios ha disminuido el impacto actual de los Ba’baas, pero el alcance de su condición histórica. En aquellos tiempos del proto rugby, cuando los equipos se retaban entre sí por el gusto de hacerlo, por amor al deporte y a una camiseta, sin trofeos en juego, jugar con los Barbarians suponía estar incluido en el mejor equipo del mundo. Como el rugby siempre ha tendido a la posteridad, los Barbarians incorporaron a su escudo un lema que reclama la singularidad del juego: "El rugby es un deporte al que pueden jugar hombres de todas las clases; pero no están admitidos los malos deportistas de ninguna clase". Así que en el Barbarians FC han jugado a lo largo de más de un siglo, vestidos a franjas negras y blancas, los mejores de todos los continentes.

El partido celebrado el 27 de enero de 1973 en el estadio Arms Park de Cardiff permanece en la memoria colectiva de los aficionados -y especialmente de los galeses- como un momento de culminación del deporte. Un partido que, por lo singular de este ensayo o la categoría extraordinaria de los jugadores reunidos, y también por el desarrollo general del encuentro, constituyó una sublimación sostenida de los mejores valores del juego. "La gente recuerda los cuatro primeros minutos y mi ensayo -ha dicho Gareth Edwards alguna vez sobre aquel día-, pero hay que ver el partido completo porque estuvo lleno de un rugby maravilloso, buena parte de él jugado por los All Blacks". Basta como muestra que el medio de melé de los kiwis era Sid Going, un pelado maravilloso. Cuando en el año 2003 la revista Rugby World Magazine produjo una encuesta entre jugadores de todo el mundo para señalar al mejor de la historia, los rugbiers nombraron mayoritariamente a Gareth Edwards. Y el galés, con concienzuda modestia, se acordó de Sid Going: se habían enfrentado en siete ocasiones, el uno con Gales y el otro con Nueva Zelanda. Y todas las veces Edwards sintió que Going lo superaba. "Tal vez si él no hubiera jugado con esa tercera línea...".

Frente a unos Blacks portentosos, el quince de los Barbarians lo integraban en aquel partido siete jugadores del País de Gales: el tercera flanker Tom David (que aún no era internacional con la selección de su país); Derrick Quinnell (número 8 y padre de Scott Quinnell, otro octavo internacional con País de Gales), Gareth Edwards (medio de melé), Phil Bennett (medio de apertura, heredero directo del excelso Barry John), el segundo centro John Dawes, el ala John Bevan y el inefable zaguero JPR Williams... Todos esos nombres forman parte de una leyenda de valles esmeralda con las tripas negras, explotaciones mineras cuyo clausura a finales de los años 70 conduciría a Gales a una terrible crisis de economía e identidad. Gareth Ewards era hijo de un minero, como muchos otros jugadores de aquel tiempo en que el profesionalismo, en su mínima acepción, suponía una perversión del rugby. La perdurabilidad de la leyenda escrita por aquel equipo tiene que ver con una forma superior, avanzada, del rugby, jugado con velocidad, apoyos constantes, variaciones y cambios de dirección de ritmo que mantenían el balón vivo. Si uno ha acostumbrado el ojo al rugby actual, con su velocidad, el altísimo ritmo de juego y la profusión de ensayos, se hace muy difícil aceptar la dinámica sincopada que el juego tenía hasta los años 90. Si uno ve al Gales de los setenta (o a estos Barbarians inspirados por Gales) esa diferencia se acorta. Aquél era un equipo del futuro cuya espectacularidad mantiene su vigencia casi de forma total.

El archifamoso ensayo que abrió el partido supone un ejemplo perfecto de ese modo de jugar. Desde hace más de una década, el rugby avanza hacia el aligeramiento de las fases estáticas, la claridad y rapidez en la liberación de los balones, la supresión del juego subterráneo y la búsqueda de la conversión del rugby en un deporte abierto, veloz y espectacular, en el que el dinamismo mande sobre el peso y todo lo que ocurra sea abiertamente visible, e interesante, para una transmisión televisiva. Todo eso lo hacía el Gales de los años 70 y este ensayo quizás sea el momento más obvio de ese espíritu. La secuencia se inicia con una profunda patada del neozelandés Brian Williams desde el lado derecho, que cubre Phil Bennett en su zona de 22, apenas unos metros por delante de la línea de marca. La presión es instantánea y da idea de la ferocidad y la excelencia defensiva de los All Blacks. Con la mayoría de sus compañeros en pleno retroceso para protegerlo, y acosado por Scown, Hurst y Kirkpatrick, Bennett se ve forzado a salir jugando con la mano desde su propia defensa, sin tiempo siquiera para considerar una patada defensiva. Lo que sigue es simplemente maravilloso...

Rodeados por una jauría creciente de All Blacks hambrientos, los Barbarians logran mantener el balón vivo y abrirse camino con él. Dos detalles simplifican la explicación: los neozelandeses no lograron hacer ni un solo placaje en cien metros de jugada porque, en cada pase, el portador del balón tenía a cuatro y hasta cinco apoyos disponibles. La única interrupción la evita al inicio de la acción JPR Williams, que sufre un placaje alto y transmite el oval antes de caer emboscado. En el rugby, el balón se recicla (aunque cada vez menos) a través de rucks (cuando el placado se va al suelo) o mauls (si se mantiene en pie y sus compañeros se agrupan a su alrededor para proteger la pelota). Ninguna de esas dos jugadas aparecen en el ensayo de Edwards: si uno tuviera que explicar a alguien profano qué es un off-load, valdría este vídeo: deshacerse del balón, descargándolo hacia un compañero en apoyo cuando el rival te va a detener.

En la jugada participan tres cuartos, segundas líneas, terceras líneas, el talonador y, por fin, Gareth Edwards, medio de melé. Es cierto que hay dos pases sospechosos de ser balón adelantado, lo que invalidaría la jugada: el de Tom David a Quinnell es dudoso, pero la captura del número ocho galés, agachando el espinazo en plena carrera para evitar que la pelota vaya al suelo, provoca un efecto disuasorio. Es tan brillante que uno no se da cuenta del todo si es adelantado o no. El siguiente pase, el definitivo de Quinnell a Edwards, parece ciertamente un adelantado muy claro. Pasemos por alto esa posibilidad por puramente mezquina. Edwards, un medio de melé arrojado y veloz, crítico en las rupturas, siempre atento a las debilidades de la defensa para colarse como una llamarada, explota su velocidad. Era al mismo tiempo gatillo y bala. Su carrera final de 40 metros hasta la esquina del fondo del río Tafft cierra la jugada, que funciona a modo de definición del mejor rugby posible: el balón siempre vivo, apoyos constantes, velocidad de decisión y técnica para el pase y la recepción. Manos finas, piernas robustas. Un rugby irrepetible y adelantado a su tiempo.