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sábado, 11 de diciembre de 2010

La hora de decir adiós

El universo del rugby está habitado por cientos de historias y anécdotas de un deporte en el cual la pasión figura por encima de todos los sentimientos. Y ahí están sus personajes: los que le dan vida adentro de la cancha a fuerza de tackle y los que ponen otro condimento especial afuera, matizando los terceros tiempos, polemizando sobre todo y quedándose horas y horas riéndose y recordando tiempos pasados.
Allí donde vayan, los personajes del rugby llevan sus episodios de vida junto a la ovalada. Por eso, un partido de rugby nunca empieza o termina con el pitazo inicial o final del árbitro.
Durante la estadía en Cardiff para cubrir el histórico partido entre Los Pumas y los Lions, compartimos varias de esas charlas ricas con un personaje. Hasta que en una noche, la posterior al partido, ese mismo hombre se sentó y empezó a hablar sin parar. Quería contarnos una historia, y sólo pidió que no reveláramos de quien se trataba.
Al fondo estaba el Millennium, testigo de la fantástica actuación de Los Pumas. Por las calles de Cardiff se tambalean decenas de chicos y chicas abrumados por tanta cerveza. El hombre los mira preocupado, y sólo en ese instante se le borra la sonrisa que mantiene desde que se dio cuenta que estaba allí para ver a Los Pumas contra los Lions.
Dice que ya no va a viajar más, que se dedicará sólo a ver rugby en la Argentina. Que para él es misión cumplida. “¿Sabé qué? Me sentí como el gordo Mauro (por Reggiardo), cuando dijo que se iba por la puerta grande”, acota mientras enciende un cigarrillo y ya no le importa haberse olvidado de comprar en Buenos Aires y de pagar allí 5 libras (10 dólares) cada atado.
Confiesa que ya está cansado de tantos aviones, tantas esperas en los aeropuertos, de llevar los bolsos, de ir de un lado para otro, de cambiar los horarios de comida y de sueño. “Uno tiene, aunque cueste, que aprender cuáles son sus límites. He sido feliz con esto, así que no tengo nada de que arrepentirme. Sólo es una decisión”, agrega.
Se le caen unas lágrimas mezcla de tristeza y emoción. Sabe que tomar una decisión muchas veces cuesta dolor, pero que cuando se transita y se supera ese dolor, siempre viene algo mejor. Dice que va a extrañar, pero que tiene más personas y actividades para extrañar en la Argentina. Que, igual, lo suyo seguirá siendo lo suyo, y que el rugby estará en su sangre por siempre. Prende un cigarrillo y se va, nomás. Sabiendo que esta sí fue la última.


Un ejemplo del Rugby


Ocurrió un sábado y en la madrugada donde se vio a través de la televisión. No es para nada algo novedoso y tampoco se cita aquí por tratarse de un partido de primerísimo nivel internacional. Se insiste: pasa en cualquier división de rugby. ¿De qué se trata? Jugaban Australia y Nueva Zelandia un partido clave por el Tres Naciones. Ganaban los All Blacks en el primer tiempo por 6 puntos de diferencia. Los Wallabies disponen de un penal frente a los palos y el capitán, George Gregan, le protesta al árbitro porque considera que además debe mostrarle tarjeta amarilla a un rival por reiterados offsides. Como indica el reglamento, el árbitro no acepta la protesta y cambia el fallo: penal para los All Blacks.
No hay otro deporte —como bien remarcaron los comentaristas de Fox Sports— que contemple una situación así en el juego. Y es una bandera que el rugby puede levantar orgulloso, porque no sólo preserva el concepto de que el árbitro se puede equivocar pero siempre tiene razón, sino que evita que el juego se degenere con protestas sin sentido. Lo que se cobró, se cobró.
No se trata de poner al fútbol en el rincón de los castigados, pero si el reglamento contemplara esto que se da en el rugby, nadie más vería protestas no sólo al árbitro, sino esos pedidos de tarjetas hacia los rivales que muchas veces rozan el ridículo y la falta de respeto a las mínimas normas que marca la vida misma.
Hace muy bien la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) en realizar desde hace un buen tiempo una campaña televisiva en la cual se remarca aquello de que el árbitro es tan falible como cualquiera, pero es el que está allí para que dos equipos puedan ju gar un partido. Si uno toma la frase al pie de la letra, podrá argumentar que a veces el árbitro no siempre tiene razón, pero aquí lo que vale es la esencia.
Como últimamente se observan múltiples episodios de gritos e insultos a los árbitros desde las tribunas e, incluso, se llegó hasta el desafortunado hecho de una agresión a un juez, viene bien que se insista con respetar las normas elementales del rugby.
Esto es tan o más importante que si Los Pumas deben cobrar dinero o no; de si hay que ingresar o no en las competencias internacionales; de si la publicidad se acepta o no. Hay que defender las fuentes. Y lo que pasó el sábado en el Tres Naciones fue un buen ejemplo para entender que aún en el superprofesionalismo y en el despropósito en que muchas veces cae el rugby de las potencias, el respeto al árbitro y al rival son elementos que siguen en pie.

El CASI del 80-82 está más allá de los récords - Historias

Alguna vez escribimos en este mismo espacio que el juego de las comparaciones es muchas veces un recurso periodístico y un entretenimiento en las charlas entre amigos, pero al que los protagonistas de los hechos le quitan importancia. Bien ganado tienen el reconocimiento estos jugadores del SIC que están realizando una brillante campaña y que el sábado se dieron un doble gusto: alcanzar el récord de 32 partidos invicto que ahora comparte con el CASI del 80-82, y lograrlo en la única vez en la historia que hizo de local en la cancha de su eterno rival. Es más: ese plantel de La Zanja tiene todo para seguir festejando, pues en la próxima fecha enfrentará a Newman con grandes posibilidades de al menos no perder, y después, quizá ya con el récord absoluto, se topará nada menos que con La Academia. Cartón lleno, entonces, para un club que es ejemplo en el rugby.
Pero, periodistas al fin, no nos quedaremos sólo en destacar a este SIC que cumple con los mandatos del inolvidable Veco Villegas. Por eso hoy queremos recordar a aquel CASI que formó Luis Caña Varela y que ahora está viendo cómo se le está yendo apenas un número estadístico que parecía imposible de superar. Es que aquel cuadro fue, sin dudas, y refrendado por gente con años de esto, uno de los mejores en la historia del rugby local.
El CASI de comienzos de los 80, rey del maul, fue imbatible en quizá la mejor época del rugby argentino. No existía el profesionalismo, y todas las figuras estaban aquí. Por eso, los del Caña Varela debieron chocar con el Banco Nación de Hugo Porta; el SIC de Loffreda, Madero, Petersen, Soares Gache y compañía, con el Veco Villegas en el banco; el CUBA de los Miguens y el Flaco Ure; el Pueyrredón de Sansot y Landajo; el Hindú de los hermanos Iachetti. Conjuntos que le daban al torneo un nivel que hoy no posee y que sirvieron para formar una camada de Pumas que está entre las tres más poderosas de la historia.
De un viaje a Sudáfrica a comienzos de los 80, Varela trajo elementos novedosos para la Argentina en cuanto a entrenamiento. Y los jugadores se adaptaron perfectamente. Aquel CASI tenía una primera línea formidable con Devoto, Courreges y Morel: una segunda demoledora con Branca y Gabriel Travaglini (luego Morelli); una tercera línea feroz, con García, O’Connor y Jorge Allen; un medio scrum cerebral con Andrés Nicholson; un apertura-crack con Gonzalo Beccar Varela; dos centros completos con Varone y Fijalkaukas; dos wines definidores con Puccio y Venegas y un full-back seguro con López Imizcoz. Ese CASI, sin dudas, prevalecerá más allá de las estadísticas.

El próximo partido - Tornarugby

El sábado. Nos han invitado por segundo año consecutivo -qué éxito- a un partido de veteranos. El año pasado empatamos a 12. Viejos rivales que no veíamos hace mucho tiempo. Partidos casi feroces entonces, hoy todo más distendido, risas al principio, tras los saludos de rigor y en el sorteo de campo, los capitanes acompañados por todo el mundo. Lo mejor, al final: "vosotros seguís jugando aún ¿verdad?". Mejor no sacar de dudas al flanker que reconoces mejor con el barro de Paraninfo que vestido de calle, y pides otra cerveza. Sí, mejor. Pudimos haber ganado, pero el único de nosotros que permanece casi en activo decidió intentar la transformación de nuestro último ensayo, bajo palos. Sin embargo, la lógica fatal de Murphy obró su ley.

Este año concurrimos con nueve o diez primeras líneas, cinco tres cuartos apenas y los demás, que no son primeras pero lo van pareciendo. Me preocupa, sin embargo, el entusiasmo que algunos exhibían en el tercer tiempo, que les llevó a querer recuperar la forma física que decían haber tenido. Sólo duró unas semanas, afortunadamente. Ya les contaré, aunque me desasosiega una imagen recurrente, que me asalta cuando trato de visualizar la primera jugada, el primer pase, el primer choque, como antes, cuando nos preparábamos a conciencia para cada batalla. Creo que no soy el único.


Los Pumas también lloran - Rugbytime

Oír cantar el himno por nuestros Pumas ya forma parte del espectáculo. Es un momento donde no alcanzan las palabras para definir lo sentido, la música explota ese cóctel de sensaciones internas y se expresa por medio de las lágrimas. Más allá del resultado obtenido ya hemos ganado puntos en nuestro fuero interno y lo mostramos en esa identificación colectiva donde todos sentimos “la celeste y blanca” representados por esos quince “gladiadores” tomados de la camiseta vibrando y temblando ante las estrofas que le recuerdan su misión.

Patria, que sentimiento tan difícil de definir. Es algo sin nombre que se lleva a todas partes y que se acentúa al estar lejos de ella. Es lo que nos hace vibrar y sentir la patria de distinta manera. La patria es algo intangible, abstracto, es el barrio, los afectos, la familia, el club, los amigos. Es una necesidad de demostrar que “somos” solamente con la presencia, que los argentinos poseemos una unidad, donde hay un algo que nos traspasa y que nos representa en cada partido por la figura de nuestros Pumas.



¿Y qué es la Nación? Es la expresión de nuestra cultura, nuestras tradiciones, el amor a nuestro territorio, la posesión en común de una tierra de recuerdos compartidos. Todo este sentir se conjuga en el rugby donde jugadores de distintas provincias, lugares y clubs se reúnen para representar a la nación, a un pueblo, a un deporte, bajo el nombre de “Pumas” en la lucha y competencia por la virtual soberanía.

La emoción es una descarga afectiva que descubre la parte más íntima del ser humano: sus motivaciones, deseos, objetivos y necesidades. Nos recuerda quienes somos, para qué estamos, a qué venimos, hacia donde vamos, envueltos en un sentimiento de orgullo y pertenencia.

Demostrar las emociones no ha sido considerado importante en el deporte, ni que decir del rugby, juego de caballeros, y… ya sabemos que los caballeros no lloran. Pues esta teoría no se cumple en este caso y los hombres también lloran. Si bien algunas emociones provocan varios desordenes en referencia a la competencia en sí, también lo son en esos momentos poderosas válvulas de escape donde llorar da más fuerza, energía y motivación.

Llorar es una expresión interna, una forma de lenguaje. Llorando expresamos mucho más que con las acciones. El llanto denota tanto una tristeza como un deseo y una alegría. Siempre se dejó para las mujeres ese atributo de lloronas, pero cómo emociona ver a un hombre llorar, es el arma más poderosa para desarmar a una mujer y tocar su fibra más íntima. Generalmente los hombres no lloran por sostener el disfraz puramente machista de no restar su virilidad ante la demostración del hombre débil que se comporta como una “frágil mujer”, cuando demostrar una emoción es una cualidad humana positiva, sana, sincera, que nada tiene que ver con la debilidad. La falla está en confundir sensibilidad con “sensiblería” y humanidad.

El llanto es un afecto y si bien los afectos son la primera forma de lenguaje, la primera forma de comunicarnos, en este caso es la primera manera de demostrar que a la cancha se entra con fibra y corazón, con llanto y temblor, con fuerza y garra.

La emoción forma parte del lenguaje no verbal y comunica su motivación. Al demostrar tanta fuerza interna seguramente que iremos por ello, el llanto no está relacionada a los logros exteriores donde valemos de acuerdo a los títulos obtenidos. Está relacionado a la motivación interna donde antes que “tener” está el “ser”. El tener se puede alcanzar rápido, pero también se puede esfumar enseguida. En cambio el ser se lleva adentro y se va formando día a día, partido a partido, gestando un ser que  va siendo a medida que se expresa incluso con el llanto, y si no se nace Puma se va haciendo Puma.

Llorar por el himno ya se ha transformado en un mito, en un ritual. Tiene más poder que el hacka neozelandés, donde la fuerza de una lágrima conmueve más que el ritual repetitivo del equipo negro. El haka puede intimidar pero el llanto te descubre tal como somos donde no se puede mentir, engañar, ni encubrir los sentimientos.
Tal vez sea necesario perder el miedo a demostrar las emociones y seguir manifestándonos y motivando a todo un país por medio de la pasión por lo que se hace y se siente.

¡Vamos Pumas! sigan emocionando y haciéndonos sentir que detrás de ustedes hay toda una nación que también aprieta los dientes en un abrazo simbólico donde el solo hecho de derramar una lágrima por el país significa que ya hemos ganado.