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martes, 2 de noviembre de 2010

Tiempo y paciencia, el secreto de un buen romance - Los Pumas - Por Claudio Leveroni

Hace 39 años Los Pumas hacían explotar Ferro ganándole, en dos ocasiones, a Oxford – Cambridge con récord de público.

El 27 de septiembre de 1969 Los Pumas, que recién cargaban su cuarto año con esa denominación, jugaron por última vez en el estadio de Gimnasia y Esgrima. Ese día, en que perdieron ante Escocia 6 a 3, pocos imaginaban que ya nunca más el seleccionado volvería a jugar en Palermo. Un año más tarde y después de mucho debatir en la UAR, Los Pumas cambiaron de escenario y recibieron a Irlanda en Ferro Carril Oeste. Lo hicieron de la mejor forma, ganando los dos test (8-3 y 6-3) e iniciando un ciclo con un sello distintivo, estableciendo una relación de ascendiente fervor con el público. La prueba de esa misteriosa y mística relación entre Los Pumas y la gente quedó expuesta con otros dos inolvidables encuentros que fueron los que siguieron a los de Irlanda.

Cuando Julio Walther se escurrió entre dos rivales, pisó para adentro y tras correr unos metros se zambullo en el ingoal, Ferro explotó entregando una postal poco habitual para un encuentro de rugby. Más de 20 mil espectadores deliraban al compás de una actuación memorable del seleccionado nacional. Desde las tribunas la alegría descendía como una catarata de aplausos, se cantaba, hubo banderas, se tiraron papelitos, fue un festejo que asombró al público de rugby, poco acostumbrado a una celebración futbolera, y al ajeno también.

El de Walther fue el segundo de los tres tries que Argentina le marcó, aquella tarde del 28 de agosto de 1971, a Oxford – Cambridge, seleccionado que venía de ocho encuentros en distintas ciudades del país con seis triunfos, un empate y una derrota (ante Rosario). Adrián Anthony y Miguel Morgan fueron los autores de los otros dos tries que le permitieron a Los Pumas coronar un triunfo histórico, 11 a 3, ante el combinado británico.

Tengo muy presente aquel escenario embriagado por tanto y tan buen rugby. Me recuerdo como un adolescente que no podía salir del asombro. Nunca antes había ido tanta gente a ver a Los Pumas. Aquella marea humana contagiaba entusiasmo, se identificaba con el juego, con el seleccionado. Había motivos. Los Pumas reaparecían en nuestro país tras una exitosa gira por Sudáfrica que incluyó ocho triunfos, entre ellos uno ante Gazelles 12 a 0, un empate y dos derrotas. Conducidos por Ángel Guastella y Eduardo Poggi el seleccionado desplegó en Ferro un juego vistoso y efectivo ante un rival que arrastra una historia muy singular. Estas Universidades Británicas compiten entre sí desde 1872. Justamente ese año, en que muere William Webb Ellis, Oxford y Cambridge jugaron el primer encuentro (en la actualidad lo hacen sistemáticamente en Twickenham los segundos Martes de Diciembre de cada año). Unidas representan un combinado temible que arrastran su tradición al juego. Hace 39 años Los Pumas lograron quebrarlos por primera vez de manera implacable, y con revancha incluida, ya que siete días después del primer triunfo volverían a superarlos 6 a 3 (tries de Nicola y Harris-Smith). El segundo cotejo fue sin tanto brillo en el juego, pero con igual pasión en las tribunas tal como había ocurrido en el choque inaugural. Por cierto, también estuve ahí. Sin saberlo en ese instante, fui testigo del primer síntoma contundente de un romance que dura hasta nuestros días.



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