Cuando un chico comienza a jugar a nuestro deporte, se le inculcan varias nociones preliminares: pasar la pelota para atrás, el compromiso con el equipo, el tackle, el respeto al adversario y a los referís y, entre otras cosas, el espíritu del rugby.
Este último concepto, si bien está instalado, no tiene para todos el mismo significado. Siempre pensé que en un deporte rudo y fuerte como el rugby, una acción desleal de un rival dentro de la cancha se olvidaba en el tercer tiempo, hasta que un día escuché a Hugo Porta, aún jugador, manifestar que “él no se sentaba a tomar el té con alguien que en la cancha le había pegado una trompada”. En ese momento me pareció que esa actitud de Porta no correspondía con el “espíritu del rugby” pero después comprendí que había sido el agresor el que no había concordado con ese espíritu.
El espíritu del rugby lo es en realidad del deporte y lo ejercen especialistas en distintas disciplinas, tanto amateurs como profesionales. ¿O no es maravillosa la carrera de Paola Suárez, que desde un hogar humilde y con un perfil bajísimo llegó a ser la número uno del mundo en la categoría dobles de tenis? O la pasión que le pone Manu Ginóbili en cada acción que interviene. Eso es espíritu, independientemente de que tengan un contrato pecuniario.
Nuestros Pumas nos han demostrado más de una vez, que cuando entran a la cancha dejan en el vestuario todo tipo de especulaciones para dejar siempre lo mejor de ellos. Ese espíritu amateur nacido en las enseñanzas de cada Club es lo que los hace diferentes a los ojos de los reclutadores o clubes profesionales, que saben que los jugadores argentinos cobran como profesionales pero juegan con espíritu amateur.
Espíritu de rugby es el que tienen todos los entrenadores que martes y jueves llegan a los clubes a las 6 de la tarde, a las 7 o a las 8 y que con lluvia, frío o barro tratan de enseñarles a los chicos como jugar al rugby. Y el domingo dejan a sus familias y acompañan al equipo. Y todo lo hacen por nada, por ayudar al Club, porque les gusta o “porque no hay otro”. Y si bien hay algunos que conducen equipos exitosos, la gran mayoría pierde, y sin embargo siguen allí, año tras año.
Quiero proponer una idea: que los lectores de “Pre Match” nos manden historias de esos hombres conocidos o no pero que han hecho la historia grande de nuestros clubes y de nuestro rugby.
Y voy a ser el primero en contar una de esas historias: Jose Luis Argento fue mi entrenador de primera durante muchos años. Dejó de jugar para entrenar cuando sólo tenía 27 años, aunque por su dedicación, por su convicción para inculcarnos sus conceptos parecía que tenía más. Nunca faltó a un entrenamiento y bajo su conducción mi Club Pucará logró armar no sólo un buen equipo, sino también un grupo de gente capacitada para dirigir el club.
Años después Joe compartió la dirección de Los Pumas con Michingo O´Reilly y en la Gira por Sudáfrica que Sudamérica XV realizó en 1982 y que culminó con el triunfo en Bloemfontain, transmitió todo su espíritu a “Los Legionarios”, el segundo equipo, que ganaron todos sus partidos. Hoy a los 70 años Argento está radicado en Norberto de la Riestra, pero ante el pedido de un amigo, desempolvó sus conocimientos y martes y jueves recorre 120 kilómetros para entrenar al Bragado Rugby Club. Obviamente no cobra por hacerlo y se entusiasma por su equipo como si en lugar de tener que enfrentar a Azul o San Nicolás, su rival fuera Sudáfrica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario