El 4 de agosto de 2002 se disputó el primer partido del renaciente rugby boliviano. Gracias a las gestiones de Jaime Spamer, actual presidente de Santa Cruz RC, un grupo de ex jugadores argentinos, ya veteranos, organizaron un partido para recibir a Old Virgins, el seleccionado de veteranos de Tucumán.
Los locales no llegaban a los quince, con lo cual comenzaron a reclutar ex jugadores de rugby, entre ellos Guillermo y Martín. Recuerda Guillermo: "En los pocos entrenamientos que hicimos juntos, corría sin cansarme. La alegría de saber que podía jugar nuevamente al rugby era impagable, sentía que había vuelto a la vida". Martín concurrió a aquellas mismas prácticas gracias a su primo, asombrado de encontrar un amigo de la escuela primaria y del club viviendo en otro país y conservando la misma pasión.
"Sentía como si fuera a jugar por primera vez: nervios y ansiedad", relata Martín. "El día anterior caminaba por la calle imaginando pasajes del partido. Mientras preparaba el bolso, las cosquillas típicas previas al juego habían regresado".
El match se disputó en una cancha de fútbol del colegio La Salle. "El cura no quería que marcáramos el campo, tuvimos que jugar con las líneas de fútbol. Los banderines eran zapatillas, los bolsos conformaban el ingoal". ¿Y los palos? "Olvidate..." exclama Guillermo.
El público presente: Un par de novias y amigas y algunos curiosos compañeros de trabajo que venían a conocer el 'fútbol americano sin protección' y apoyar al combinado de camiseta azul. Guillermo explica: "Jugué en 4 puestos, no quería salir más". Martín agrega: "Nunca disfruté tanto el ardor de los raspones ni los golpes en el cuerpo, ni el jean molestando las rodillas lastimadas. Todo lo que no me gustaba después de cada partido en Tucumán, fue lo más lindo de ese día. No lo olvidaré jamás".
Luego de un tercer tiempo de fiesta, con pizza, historias, cervezas y abrazos y una posterior salida nocturna, el resultado fue de lo menos. Fue una victoria, no en el marcador, pero sí para el equipo cruceño. La alegría de regresar al rugby, en un país donde no lo imaginaban superó cualquier triunfo.
"Mi sonrisa duró 2 meses", recuerda Guillermo, "hasta que me di cuenta que ya había pasado el sueño".
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