En una subasta con fines solidarios se rematarán los postes del Eden Park que fueron testigos de históricas batallas deportivas y culturales.
Puede parecer un tema menor, confieso que apenas leí la información fue la primera sensación que me generó. Creí capturar en la noticia un gesto que, si bien solidario, no tenía suficiente carga histórica para darle mayor envergadura. Pero, una segunda y más minuciosa observación hizo virar esa impresión inicial. Los postes del Eden Park, el mítico estadio de Auckland, serán subastados a beneficio de las víctimas del terremoto que afectó a Nueva Zelanda el pasado 4 de septiembre en Christchurch, una ciudad que alojará al seleccionado argentino el año próximo en ocasión de la Copa del Mundo.
Las haches se instalaron en el mítico estadio neozelandés en 1981. Fueron testigos de extraordinarios encuentros que han quedado grabados en la retina de los fanáticos del rugby, en un país donde la ovalada es un patrimonio cultural tan fuerte como el fútbol en Argentina. Seguramente uno de esos cotejos es la final, en 1987, de la primera edición de un mundial de Rugby en la que los All Blacks superaron a Francia 29 a 9. Grant Fox, apertura y pateador del ganador en aquel partido, con cinco aciertos que sobrevolaron el travesaño de los postes que ahora se subastan, señaló: “Desafortunadamente, yo no voy a poder hacer un oferta, pues no creo que mis vecinos agradecieran que los instale en mi jardín". Un colorido comentario que se ajusta a lo estrictamente deportivo. Sin embargo, los gigantes de acero desde su altura de 18 metros, también fueron testigos de una situación con mayor volumen histórico. Un hecho que trasciende la frontera del planeta rugby para instalarse como un mojón que señala un ítem en el camino del hombre en su evolución social.
En Septiembre de 1981 el Eden Park fue el escenario del último encuentro de los Springboks en gira por Nueva Zelanda. El test ante los All Blacks se desarrolló con interrupciones por las protestas que realizaron manifestantes que condenaban la presencia sudafricana por las políticas de discriminación racial que regían en el país africano. Durante el juego una avioneta sobrevoló el estadio a baja altura arrojando bolsas de harina, mientras varios jóvenes ingresaban al campo lanzando bengalas. Afuera del estadio la Policía reprimía a otros miles. Los jugadores detuvieron las acciones por algunos minutos y después continuaron jugando. Fue una jornada histórica porque marcó un rumbo. Finalmente Nueva Zelanda, aceptó la prohibición que había impuesto Naciones Unidas a Sudáfrica y no compitió más con los Springboks hasta que se derogó la ley discriminatoria y se liberó a Nelson Mandela. Lo hizo pese a que la mayoría de los All Blacks se habían declarado a favor de la realización de los encuentros, y muchos de ellos hasta habían respaldado las políticas discriminatorias. Aquella protesta en el Eden Park fue determinante para romper la cadena de complicidad socio-cultural que existía en Nueva Zelanda castigando, inclusive, a sus propias poblaciones autóctonas. En años anteriores, la Unión había evitado convocar a maoríes en los enfrentamientos ante Sudáfrica como una forma de solidarizarse con las políticas que imponía el apartheid.
En los primeros días de octubre se bajará el martillo para que el mejor oferente se lleve los postes del Eden Park. Es una buena forma de recordar y mantener viva la memoria sobre acontecimientos que han enriquecido al rugby y también a la humanidad.
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