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domingo, 24 de octubre de 2010

El juego Mental - Por Sebastian Perasso

La mayoría de los entrenadores y jugadores coinciden en que por lo menos el 50% del proceso de jugar bien responde a una cuestión mental.
No obstante, rara vez un entrenador de rugby dedica más del 5% del tiempo a mejorar el aspecto psíquico.

Absolutamente todos saben de su importancia pero nadie o casi nadie lo practica. Ello se debe en gran medida a que ignoran como practicarlo. Otros, en cambio, transitan un camino más peligro. Creen saber trasmitir fortaleza mental pero deambulan por conceptos equivocados. Son aquellos entrenadores que entienden que trabajar sobre el aspecto mental es hacer hincapié en las arengas y los gritos hacia sus dirigidos cuando, lejos de ayudar, en muchos casos resultan contraproducentes.

Bajo ese contexto las frases “debemos ganar sí o sí”, “hoy no podemos perder” o “somos muy malos, no podemos jugar así” producirán un deterioro en la habilidad mentales con la consecuente pérdida de confianza y motivación en el jugador.

En divisiones infantiles y juveniles el hecho puede resultar aún más grave, puesto que los jugadores necesitarán en esa etapa por sobre todo palabras de aliento y de apoyo, como también muestras de confianza pero no insultos o reprobación.

El aspecto mental, como ningún otro, ejerce marcada influencia sobre los otros aspectos del juego porque el costado psíquico repercute de manera acabada sobre lo físico, técnico y táctico.

En virtud de lo descripto, quien logre solucionar o de alguna manera mejorar la faceta mental corregirá en consecuencia los otros aspectos de su juego.

El entrenador debe ejercer una correcta capacidad de observación y análisis del juego, como punto de partida para resolver los problemas que presentar su equipo.

Puede resultar que un jugador o equipo se caiga físicamente en forma sistemática en los últimos veinte minutos (aspecto físico); que se le caiga muy a menudo la pelota (aspecto técnico); o que tome malas decisiones en ataque (aspecto táctico). Sin embargo, es factible que esa maraña de problemas e inconvenientes presente un mismo hilo conductor: el aspecto mental.

El jugador sin fortaleza mental y sin motivación baja notablemente su intensidad física en los últimos minutos; el jugador sin confianza y con las habilidades mentales disminuidas es habitual que tenga problemas de handling y, por último, el jugador que se siente presionado y con un alto grado de estrés mental es lógico que no tome las mejores decisiones a su alcance.

En consecuencia, un problema que parece complejo y multifacético es posible que tenga origen en un denominador común: lo mental.
A mi criterio, hay un ejemplo que desnuda esa influencia psicológica antes señalada.

Es el caso de una persona que se creía repleta de dolores y enfermedades. Se tocaba la rodilla y le dolía, luego se tocaba la cabeza y sentía un fuerte dolor y finalmente tocándose cualquier parte de su cuerpo ese mismo malestar persistía. Creía tener un sin número de dolores que lo aquejaban y se sentía muy enfermo. Sin embargo, a pesar de su presunción, lo único que tenía lastimado era su dedo.

Si logramos curar el dedo, lo demás por si solo se solucionará. En la esfera del rugby sucede algo similar. Si logramos arreglar el aspecto mental del equipo, es muy posible que el resto quede en consecuencia solucionado.

Está claro que el aspecto mental incide de manera directa sobre la performance y el rendimiento deportivo. Por ello, la respuesta que tenga un jugador de rugby ante situaciones de presión, decidirá en gran medida su desempeño deportivo.

El entrenamiento mental en el deporte consiste en la práctica habitual de determinadas habilidades psicológicas como estrategia para afrontar situaciones deportivas.

La psicología del deporte ayuda a controlar la presión y sus efectos (estrés y ansiedad), además de colaborar a potenciar la motivación, la autoconfianza y la concentración. De esa manera podrá alcanzar un rendimiento óptimo.

Contar con la energía adecuada es un factor decisivo para alcanzar los mayores niveles de rendimiento. El jugador puede estar falto de energía o por el contrario puede estar energizado; es decir rodeado de energía en su accionar. A su vez esa energía puede ser positiva o negativa.

Aquel jugador que persiga un rendimiento óptimo deberá rodearse de energía positiva, esto es de emociones o sensaciones positivas relacionadas con la diversión y el gozo. La energía positiva provoca un estado de calma mental, de relajación muscular y buena concentración.

Por el contrario, la energía negativa está representada por el temor, la tensión, la ansiedad o el enojo y solo produce tensión muscular y en consecuencia contribuye a una merma en el nivel de rendimiento.

El rugby es un juego mental porque el aspecto psicológico es no solo importante sino también determinante y decisivo en el rendimiento colectivo.

Si bien el rugby requiere de jugadores compenetrados los ochenta minutos de juego, hay algunos momentos de un partido que son “clave” y que ponen a prueba el poder de concentración del equipo.

El rugby es un deporte con muchas interrupciones, es un juego muy dinámico cuando la pelota está en juego, pero cuenta con muchos “descansos” o detenciones que contribuyen a la perdida de la concentración.

En este deporte, la pelota está en juego alrededor del 40% del tiempo reglamentario, es decir que más de la mitad del partido los jugadores pueden ser influidos por factores externos.

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