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lunes, 16 de enero de 2012

Un cuentito veraniego - Por Marcelo Weitzman


El colo McKinlay
Un hombre muy largo camina lentamente en una casa en Longchamps, zona sur del gran buenos aires. El hombre reflexiona.
Hace años que dejé de jugar, nunca creí ser un buen jugador, tal vez era bueno en la defensa, tackleaba con un tackle aguerrido y ofensivo, en un tiempo que backs y forwards hacían juegos distintos.
Los forwards, donde jugaba yo como ala, o Wingforward, nos encargábamos de taklear a toda cosa que se moviera, tuviese la camiseta rival y la pelota entre las manos.
Los backs, más delgados y estilizados, recibían la pelota de pie, y la utilizaban a piachere, o bien patada a cargar, o bien la jugaban al wing, quien eludiendo la marca contraria ingresaba al ingoal.
Si bien, el rugby, es un juego y dista mucho de una guerra, en algunos momentos la palabra “batalla” es aplicada de una manera, que le queda cómoda y elegante como un guante.
Entrené muchos años a los forwards de mi club, haciendo batallas, en pequeños espacios, donde la pelota, la ganaba y sostenía el y los jugadores más guapos y fuertes del equipo.
Ya con más de 70 años, cansado de tanta batalla, me doy cuenta, que me hubiese gustado, ser militar y participar en una guerra y conducir un grupo de guerreros, que a la vez sean forwards.
Soy muy alto 1,90m y flaco peso 70 kilos, estoy un poco reducido por la vejez y los nervios.
Nunca tuve vicios, ni fumar ni alcohol ni nada, mi único vicio fue el de transformar un novato lleno de miedo y dudas en un auténtico caballero, que en vez de blandir su espada, tomaba y jugaba con la guinda.
Mis padres eran Británicos, me dieron una buena educación, trabajaban en los ferrocarriles, todos me conocen como el colorado McKinlay.
Estoy cansado, mis nietos, están jugando, voy a dormir.
El Colorado, se acuesta, descansa su largo y delgado cuerpo.
LONDRES 1939.
Campo de entrenamiento inglés en algún lugar al sur de Londres, un grupo de tímidos campesinos escoceses, comienzan a hacer maniobras militares, hace horas Inglaterra le declara la guerra a Alemania, Londres es bombardeada día y noche, el ejército ingles se prepara para la batalla.
El colorado McKinlay, con uniforme de sargento y con 40 años menos, comienza a adiestrar a su tropa. Una gran sonrisa acompaña su cara, disimulada por lo difícil de la situación.
Toda la familia y todo el club acompañan los restos de McKinlay, en su ataúd le ponen una ovalada y la bandera del club, semejante a la cruz escocesa.

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