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sábado, 16 de abril de 2011

El SIC se entrenó con Fernando Parrado



El martes 12 de abril el San Isidro Club tuvo el gusto y el honor de recibir a Nando Parrado, uno de los sobrevivientes de la tragedia de Los Andes.

Más de 1700 personas pudieron disfrutar de un relato que leído de un libro o visto en una pantalla de cine, es impresionante… pero cuando alguien lo cuenta en primera persona, es emocionante.

Así como también lo fue cómo captó la atención del enorme auditorio, el recuerdo de su madre y de su hermana –que murió en sus brazos-, la muerte de sus tres mejores amigos, las noches, el frío, el hambre y la sed, los aludes, el sentirse abandonados porque ya nadie los buscaba.

Pero uno de los temas que asombró y emocionó fue la entereza con que logró aceptar que si bien él había invitado al viaje a su madre y su hermana, si bien él aceptó cambiar el asiento dejando a su amigo en la ventana, al final no era culpable de lo que había pasado. Simplemente (aunque poco tiene de simple) las cosas habían ocurrido de esa manera y no de otra. Él no fue víctima de su historia, así como tampoco -y lo repitió en reiteradas oportunidades- quiso ser un héroe. Pero así fue.

Todos los presentes vivimos con tensión y asombro el detallado relato de los 80 kilómetros que recorrió hasta encontrarse con el arriero. Un recorrido que contó con lo que quedaba de aliento y un enorme corazón que empujó a cada momento, acompañado de una frase: "ya llegué hasta acá, yo no vuelvo"

Emocionó escuchar el recorrido en el helicóptero, cuando el piloto le preguntaba si estaba seguro que ese era el camino, y nando no dudaba. Aunque la tripulación trataba de entender como habían hecho esos chicos para sobrevivir en ese lugar y luego recorrer esos terribles 80 kilómetros.

Y al volver, nando enfrentó una batalla inesperada, durísima. Su soledad se hizo inmensa cuando sus amigos sobrevivientes se encontraron en Uruguay con sus familias... pero él había dejado a su familia en la cordillera.

Fue culminante la parte en la que luego de referir todas las situaciones límites que le había tocado vivir, ya recostado en su departamento alquilado en Montevideo, decidió erguirse para enfrentar la vida, con amor y en la búsqueda de una familia –y vaya si la logró-; y lejos de las drogas y el alcohol, como se ocupó de remarcar.

Una enorme enseñanza de vida, para todos; para chicos y para grandes.

El SIC quedó en estado de emoción pacífica.

Gracias Nando.

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