A veces la pregunta sale, como una trivia de película yanki. O como una pregunta con trampa, como un secreto conocido solo por los elegidos.
A veces es simple saber que ama uno de los colores de la camiseta del club, se identifica con ellos desde la cuna. Va a los partidos de chiquito, se viste en la gama o con la camiseta a rayas horizontales y termina siendo un fanático que respira rugby por los cinco sentidos.
También en algunos casos es fácil reconocer de donde vienen esos colores. En los clubes institucionales o de colegios, tienen que ver con los colores típicos de la empresa o lugar de donde proviene. Los compañeros de obras Sanitarias lo saben bien. A veces derivan de la bandera que identifica al país de los fundadores. Pero no siempre es tan simple. Siempre hay historias que acompañan esa elección, historias que son vividas y contadas por gente, que tiene en común el amor por este deporte, el de la guinda, el de la soledad acompañada por XV, el de los locos que se golpean sin chistar.
No se puede dejar de ser autorreferencial en este tema, aunque no sea esta la historia que voy a contar., esta íntimamente ligada a lo que vivo actualmente, a lo que viví en otro club y a lo que seguramente viviré hasta que muera.
El viejo jugaba en Ogaraity, a veces al rugby, a veces al hockey. Su club desapareció allá por los cincuenta pero guardo toda la vida una bufanda de lana gigantesca con los colores, con la que me envolvió cuando hacia frío en el departamentito de Parque Avellaneda. Cuando empecé en el deporte me atrajo el rugby por dos razones: Porteño practicaba enfrente de mi casa y los colores azul y celeste (colores que heredo desde su fundación en 1895, celeste de los argentinos y azul de los Franceses) me atraían de una manera hipnótica. Y así gracias a mi viejo, descubrí también la amistad en el deporte, la caballerosidad en el juego, el respeto al contrario, el aguante, los valores que los mayores supieron inculcarme.
La vida te lleva por caminos inexorables y a veces, incalculables.
Vine a Lujan hace mucho tiempo y cuando mi hijo tuvo edad lo lleve al Lujan rugby que cumplía con la vieja premisa de quedar cerca de casa, tenia como bandera los viejos valores de este deporte maravilloso, junto con los colores que me acompañaron desde la cuna.
Todo lo que yo quería para él.
Me pregunte durante mucho tiempo el porque de los colores de Lujan y supuse que estaba emparentado a la camiseta del Porteño de Gral. Rodríguez, que usaba los colores de mi club de juventud, por fabricarlos el mismo Uribarri. Pero claro, no era así. Un día cuando tuve la suficiente confianza y ya jugaba con los veteranos comencé mi investigación, costó encontrar un viejito que se acordara o quisiera contarme el secreto, pero aun a pesar de los golpes de la vida, los años, los rios de cerveza los muchachos hicieron memoria y esta es la historia que paso a contarles:
-Blanca y Amarilla? Son colores que identifican a la Basílica…
-43-dijo el profe
-Dejate de Joder Pancho. Nos van a decir los canarios como los pecho frio de Flandria.
- CUARENTA Y TRES!!! Y ahora van a hacer diez mas por culpa de Galceran y Tin.
- Cállense boludos! Después lo seguimos discutiendo…
-50…
- A mi me gusta el azul oscuro como los del colegio… dijo Juan, siempre traga.
- Y porque no negra, así parecemos de luto, pelotudos!!!
- Y CINCUENTA MAS POR CULPA DE CHARLY…
- Siempre yo!!
Cuando llegaron al cuartito que hacia de vestuario, ya habían pasado por casi todas las combinaciones, a cuadros como CUBA pero amarillo y blanco, A rayas finitas como SIC pero azules y blanco. Enteras azules, rojas o Verdes!!!Y no podían ponerse de acuerdo…
Después de tanto luchar, entrenar, correr con la guinda por el parque San Martín no sin ligarse alguna cargada, habían logrado convencer a los Miuras de Junín. A mitad de Abril se pacto el famoso partido inaugural, faltaba un mes y recién habían emparejado y marcado la cancha. Para las camisetas habían llegado la fecha límite, sino no estarían para el partido. Era hoy o las iban a tener que comprar blancas las que todos coincidieron que serian las delicias de las madres. Caminaron todos juntos, como corresponde a un XV convencido de serlo. Cruzaron la Plaza Belgrano y terminaron en el Águila, donde siempre terminaban. Por un café, un tostado y si pintaba un Wiscola, sin cola pero con hielo.
Y otra vez las mulas al trigo… Por fin Pilo tercio en la discusión tan colorida,
-Muchachos parecemos minas!!! Tan difícil es elegir? Vamos a hacer así, tenemos tres modelitos, votamos y que gane la mejor… Esta la amarilla y blanca de Pancho, plis sin abucheos, la azul del colegio y la blanca con rayas finitas azules.
-Trolos –dijo Charly. Como vamos a pensar en jugar si no podemos ni decidir el color de la camiseta…
En ese momento dicen los que saben que los relojes se pararon en todo el bendito pueblo de Lujan. El silencio sobre todas las cosas domino por un instante, el espacio que los rodeaba.
Eso y un murmullo creciente que avanzaba lentamente por la calle San Martín, rumbo a donde ellos estaban sentados. Tin que tenia el cuello mas largo se asomo y alli la vio, la presintió en realidad.
Era como esas tormentas de mediados de diciembre, que caen aliviando el calor insoporta¬ble justo cuando todo está por estallar. Era la piel que siente ese alivio fresco y los sentidos que se embriagan con el aliento de la tierra mojada. Era como Hera, una Diosa tan inesperada como los chubascos que siempre cae el día del picnic.
Venia por San Martín manteniendo un equilibrio casi humano en sus tacos de dieciocho centímetros, con plataforma, como un torbellino de pelo negro; pasitos cortos, derrochando todo lo que la naturaleza, su juventud y su herencia vasca seguramente le habían dado, como mesada.
No era linda, sin embargo tenia todo lo que hacia parar el tráfico, girar los cogotes como en el Exorcista y proferir los piropos mas guarros que hasta allí se habían escuchado.
De cuerpo y blancura escultural, con un “ir” tan solo superado por su “ venir”, un verdadero regalo causa de los tortícolis y las calenturas más violentas.
Era la mejor mina que había pasado por el Águila, que ellos recordaran.
Tin pregunto en trance a todos sus hermanos zombis.
-Udes, ven lo que yo veo?
- Si Gil, es un minon infernal!!
-No, eso también, ven lo que lleva puesto?
- No, yo solo me estoy imaginando lo que esta por abajo, tercio Pancho, con su vozarrón…
-Ven los colores de la remera…
-Ahhhh, ahora si, yo sabia que tanto golpe te iba a hacer mal- dijo Charly que así como así, cruzo la calle al galope.
- che, a donde vas.
- A sacarle el fono…
- Y Udes que opinan? Esos colores valen la pena. Hagámosle el homenaje a tanta curva.
-Si dijeron los demás, un brindis.
- Azul, celeste y blanco!!
Y ahí volvió Charly, que había rebotado, como guinda en el cemento. – De que me perdí?
Después vino el 16 de abril del 72´, y el partido inaugural en el que el Lujan perdió 6 a 3.
Y esta es la historia de los colores del club de la ciudad donde vivo, donde mi hijo de cría y aprende los únicos valores que valen la pena y yo comparto con mis hermanos veteranos, algunos que estaban cuando todo empezó.
La morocha es otra historia…
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