La Guerra de los Seis Días duró, como diría Perogrullo, seis días. La del Yom Kippur de 1973 fue algo más prolongada, lo mismo que la del Golfo, en 1991.
Claro está que ninguna batalla fue como la de Stalingrado, que entre 1942 y 1943 demandó casi ocho meses y más de un millón de muertes.
Pero ésta es una revista de rugby y sobre él debo escribir, aunque en los surcos de mi aún intacta memoria se inmiscuyen colisiones que, a excepción de las armas de fuego -felizmente-, tuvieron los matices de las conflagraciones bélicas.
Como rezaba el “himno de Quilmes” para el Mundial de Fútbol 2002, “…eran otros tiempos, era otra la historia…” Y otro era el reglamento o, mejor dicho, lo que el mismo permitía o no castigaba.
Lo cierto es que quienes peinamos canas –si es que algo peinamos- recordamos verdaderas refriegas. Y no es cuestión de alabarlas ni de condenarlas, ya que no soy quién para hacerlo, sino que forman parte del bagaje de mi disco rígido y no debo ni quiero evitarlas. Simplemente eso.
Los días contemporáneos nos ofrecen espectáculos rugbísticos que, más allá de la riqueza o la orfandad técnica de quienes los protagonizan, están afortunadamente impregnados de un riguroso respeto a las normas y las transgresiones son rápida y drásticamente penadas en un marco que antaño, y particularmente en el terreno internacional, no existía.
Como no quiero que esta columna se remonte a tiempos que muy pocos puedan evocar, me remitiré a la década de los ´80, cuando los que hoy transitan por su cuarta década eran adolescentes y encuentren en estas líneas algo que hayan visto.
Formado en la gira a Gran Bretaña de 1978, fogueado en la Nueva Zelanda de 1979, con sonoras victorias ante Australia, Springboks y franceses, golpeado en el Mundial ´87 y resucitado ese mismo año ante los Wallabies, el gran equipo Puma de 1988 recibió a la Francia subcampeona mundial en el Amalfitani.
Primer test para los galos (15-18) y revancha siete días después.
De un lado, “nenes” como Serge Blanco, Philippe Sella, Pierre Berbizier y, en particular, los forwards: Garuet, Dintrans y Ondarts; Condom y Lorieux; Carminatti, Rodríguez y Cecillon.
¿Y por casa?: Diego Cash, “Perica” Courreges y “Serafo” Dengra; “Sandro” Iachetti y el “Chapa” Branca; Pablo Garretón, el “Tati” Milano y “Georgi” Allen.
Se quería ganar. Y se ganó (18-6)… Pero, ¡mamita, qué batalla! Los franceses vendieron cara su derrota y los Pumas pagaron esterlinas por su victoria.
A su lado, ¡Stalingrado un poroto!
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