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sábado, 11 de diciembre de 2010

Un ejemplo del Rugby


Ocurrió un sábado y en la madrugada donde se vio a través de la televisión. No es para nada algo novedoso y tampoco se cita aquí por tratarse de un partido de primerísimo nivel internacional. Se insiste: pasa en cualquier división de rugby. ¿De qué se trata? Jugaban Australia y Nueva Zelandia un partido clave por el Tres Naciones. Ganaban los All Blacks en el primer tiempo por 6 puntos de diferencia. Los Wallabies disponen de un penal frente a los palos y el capitán, George Gregan, le protesta al árbitro porque considera que además debe mostrarle tarjeta amarilla a un rival por reiterados offsides. Como indica el reglamento, el árbitro no acepta la protesta y cambia el fallo: penal para los All Blacks.
No hay otro deporte —como bien remarcaron los comentaristas de Fox Sports— que contemple una situación así en el juego. Y es una bandera que el rugby puede levantar orgulloso, porque no sólo preserva el concepto de que el árbitro se puede equivocar pero siempre tiene razón, sino que evita que el juego se degenere con protestas sin sentido. Lo que se cobró, se cobró.
No se trata de poner al fútbol en el rincón de los castigados, pero si el reglamento contemplara esto que se da en el rugby, nadie más vería protestas no sólo al árbitro, sino esos pedidos de tarjetas hacia los rivales que muchas veces rozan el ridículo y la falta de respeto a las mínimas normas que marca la vida misma.
Hace muy bien la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) en realizar desde hace un buen tiempo una campaña televisiva en la cual se remarca aquello de que el árbitro es tan falible como cualquiera, pero es el que está allí para que dos equipos puedan ju gar un partido. Si uno toma la frase al pie de la letra, podrá argumentar que a veces el árbitro no siempre tiene razón, pero aquí lo que vale es la esencia.
Como últimamente se observan múltiples episodios de gritos e insultos a los árbitros desde las tribunas e, incluso, se llegó hasta el desafortunado hecho de una agresión a un juez, viene bien que se insista con respetar las normas elementales del rugby.
Esto es tan o más importante que si Los Pumas deben cobrar dinero o no; de si hay que ingresar o no en las competencias internacionales; de si la publicidad se acepta o no. Hay que defender las fuentes. Y lo que pasó el sábado en el Tres Naciones fue un buen ejemplo para entender que aún en el superprofesionalismo y en el despropósito en que muchas veces cae el rugby de las potencias, el respeto al árbitro y al rival son elementos que siguen en pie.

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