Logo Chamigos

Logo Chamigos

martes, 26 de octubre de 2010

Dar hace bien - Por Juan Jose Angellillo (SIC)


Hace ya algunos años que algunas de las reglas de juego históricas con las que el rugby se había creado y desarrollado han empezado a cambiar.

La novedad, tal vez más importante, es que a partir del crecimiento y la trascendencia pública que fue adquiriendo, empezó a ser un medio atractivo para que las empresas promocionen sus productos o servicios. A partir de allí y potenciado por la relevancia de los medios masivos de comunicación, comenzó a ingresar un flujo de dinero que permitió sostener la dedicación full time.

Las dos novedades principales son, en síntesis: el ingreso de un nuevo tipo de miembro a la comunidad rugbística, las empresas; y el comienzo de la dedicación full time y, por lo tanto, la necesidad de pagar y cobrar por una actividad que antes se realizaba gratuitamente como hobby.

La opinión pública define comúnmente a este fenómeno como “profesionalización”.

Aunque el hecho de que con una sola palabra se pretenda enmarcar una realidad tan compleja, puede generar confusión; una sola palabra no puede abarcar el significado de lo que esta ocurriendo, pues semejante síntesis distorsiona.

Por otro lado la palabra utilizada, por como es popularmente entendida, también es proclive a malas interpretaciones.

Uno de los riesgos de una mala interpretación es el de polarizar y oponer lo amateur, gratis por amor a hacerlo, con lo profesional, hecho por plata.

Otro, jerarquizar al polo profesional sobre al amateur por su connotación de profesional=mejor, amateur=peor.

Sobre esto es que quiero profundizar. La comunidad mundial del rugby es suficientemente amplia y diversa como para que este fenómeno afecte a todos por igual. Cada tipo de institución, sean uniones internacionales, nacionales, provinciales, clubes, asociaciones, tiene un tipo de finalidad especifica dentro de la finalidad común que todas comparten y que cada una ha tenido que adaptarse a las nuevas reglas de juego.

Como parte de esta comunidad nuestro Club también tiene que entender adecuadamente esta nueva realidad y preguntarse como ésta lo afecta particularmente y que oportunidades y amenazas representa.

La reflexión que continúa trata, justamente, de cómo una mala interpretación del significado de las nuevas reglas del juego, – no me refiero a variantes del reglamento – “el profesionalismo”, puede llevar a confusiones que nos desvíen de la misión personalísima que le imprimieron los fundadores al Club.

Creo que el hecho de que algunos cobren por hacer cosas que antes se hacían gratis, no es substancial sino formal, y que depende de nosotros que siga siéndolo.

Nos han enseñado y hemos experimentado y reconocido que el deporte, y el rugby en particular, es un modo excelente para educar. Es mas, creemos que la formación de personas es el fin último buscado a través de su práctica.

Vivimos, como jugando, divirtiéndonos, podemos desarrollar actitudes que después del juego nos acompañaran por el resto de nuestras vidas, ayudándonos a vivirla más felizmente. El ejercicio cotidiano de la disciplina del juego templa nuestro carácter y lo fortalece para transitar la vida.

Entre esas actitudes o valores de comportamiento, esta la de la entrega, la de darse todo, la de dejar todo dentro de la cancha.

El rugby por su naturaleza áspera, de contacto, de adversidad, hace que ese entregar todo sea aun más difícil y por lo tanto mas sacrificado.

Frases como “no hay gloria sin sacrificio” y “el verdadero éxito es el de dejar todo y no guardarse nada”, se pueden resumir en “el sacrificio de dejar todo es el éxito verdadero”.

Como dar todo por nada o como dar más de lo que uno toma, solamente amando. El amor por su Club, representada en los colores de una camiseta, es lo que moviliza esa entrega inexplicable.

Es cierto también que la búsqueda de la gloria puede ser egoísta y que la búsqueda de dinero es también motivante, pero sin el sentido de gratuidad esa búsqueda no será amor y, por lo tanto, se estará dando ventaja. Agassi no juega por la plata, no deja todo por la plata.

Que el dogma “profesionalismo” no nos estructure a pensar “gratis no”; habrá cosas que deberán ser pagas pero muchas otras no y esto no es un problema, es una oportunidad. Colaborar gratuitamente hace bien y es gratis.

Los clubes como el nuestro serán en el futuro cercano más amateurs que profesionales y parte del correcto funcionamiento, dependerá de cuan equilibradamente balanceemos la organización de colaboradores profesionales y amateurs.

La línea debería estar puesta donde, por la necesidad objetiva de dedicación, alguna persona no pueda simultáneamente cumplir con la función sin abandonar sus responsabilidades personales relacionadas a su mantenimiento o al de su familia y, muy principalmente, en que el motivo primero de la participación sea el amor al juego, a su comunidad, más que el exclusivo beneficio personal.

Que el “profesionalismo”, modo de expresar los nuevos tiempos, no signifique entonces, no hacer solo por algo a cambio, porque perderemos uno de los principios, sostén de la estructura de valores que el juego enseña.

Que el amor por lo que uno hace sea, como mínimo, siempre superior a cualquier otro interés, incluido al económico.

El amor por algo es algo que es colectivo, se comparte necesariamente con otros, y ese compartir es lo que se convierte en sentido de equipo, superlativamente hablando.

No subestimemos, pues, la importancia que ha tenido – y tiene todavía – la entrega sin reparos, con relación al éxito en lo relativo a formar personas como último fin; y el de este fin con relación a lo que el SIC es, el hecho de que las personas lo hacen principalmente por amor.

El SIC fue, es y será un Club de gente dispuesta a dar, por el solo hecho y placer de dar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario